Maru Burak
(@maru_burak)
A modo de “spoiler alert”, voy a decir que Argentina tiene posibilidades de clasificar a octavos de final, pero que depende de otros resultados para lograrlo. Esto que digo está relacionado con números: tablas de posiciones, puntos, diferencias de gol y estadísticas. Finalmente, nos guste o disguste, el pasaje a la próxima ronda está atada a números fríos y calculados; por esto lo digo al inicio de mi comentario, lector, y no al final; porque, además, nada que sea frío y calculado puede entrar en un mismo párrafo que ELLAS, que nuestras GIGANTES.
Y es que hay tanto para decirles, ¡tanto para admirar en este plantel! Lo que corren, lo que transmiten, lo que entregan, ¡el amor por esa camiseta que visten y que nos hace sentir tan bien representados! Esos “huevos” que exigimos a otras selecciones, esa garra, ese corazón, todo lo que pedimos que entreguen, ellas lo entregan en cada pelota, en cada jugada, en cada segundo. Ya no se habla de huevos, señoras y señores, ahora son ovarios y, sepa disculpar, lector, si la palabra le resulta chocante, pero no hay otra que exprese lo que intento decir.
Me cuesta, sin embargo, plasmar en palabras lo que siento; todavía me tiemblan las manos y el grito del tercer gol resuena en mi garganta con potencia, con alivio, con alegría y emoción. Mis dedos, entremezclados con un vaivén sutil provocado por las sensaciones encontradas, no tipean la letra correcta y tengo que reiniciar por momentos. Es que, sencillamente, este plantel me rebasa, me abruma y me colma como sólo lo habían logrado “Las Leonas” en hockey. Y no porque sean mujeres, si no por lo que en su momento representaron.
Las Leonas generaron un cambio y Las Gigantes llevan un tiempo haciendo lo mismo, aunque en un terreno, si cabe decirlo, inmensamente más hostil como lo es el fútbol para las mujeres en nuestro país. No quiero entrar en la perorata de todo lo que padecieron debido a una AFA que no les daba absolutamente nada, ni voy a puntualizar aquellos sacrificios que ahora sí son de dominio público. Lo que quiero es hablar de la emoción y el orgullo que me provocan estas 23 guerreras del fútbol. Se le plantaron a un Japón campeón y subcampeón de los últimos dos mundiales; a una Inglaterra que está tercera en el ránking FIFA y demostraron que las cuestiones donde un equipo es inferior a otro se pueden solventar con sacrificio y trabajo. ¿Se imaginan lo que sería la Selección Argentina Femenina de fútbol si hubiesen tenido siempre lo que correspondía para poder trabajar?
Y, claro, llegó el partido con Escocia y había que arriesgar más, así que tratamos de jugar de igual a igual y, aunque duela admitirlo, físicamente Argentina está un par de escalones por debajo de las europeas. Es la verdad, no hay que negarlo, porque reconocer una falencia es el primer paso para poder mejorar.
Encima, en nuestro mejor momento (digo “nuestro” porque así somos los argentinos con el fútbol, siempre es inclusivo a la hora de hablar: “ganamos”, “empatamos”, “lo dimos vuelta” …) Como decía, en el mejor momento de las albicelestes, un descuido defensivo y gol escocés; Kim Little capitalizó un balón dentro del área chica y superó la resistencia de Vanina Correa que había detenido un mano a mano medio segundo antes y no pudo llegar a parar la pelota de la mediocampista rival.
A pesar de la desventaja, Argentina intentó rehacerse y empatar, pero no tuvo precisión en los metros posteriores a mitad de cancha, por lo que no consiguió igualar. Para colmo de males, a los cuatro minutos del complemento, Jennifer Beattie volvió a golpear y Escocia se ponía dos a cero. A los 24 Erin Cuthbert concretaba su tanto y con el 3 a 0 parecía que estaba todo dicho: a las duchas y a casa… Pero, pero, pero, este plantel argentino no es cualquier plantel argentino: son LAS GIGANTES y en el peor momento, cuando la cuenta estaba por llegar a diez, se levantaron del piso y fueron por la hazaña. ¡Qué coraje el que se vio en las once que estaban en la cancha! ¡Qué emoción, lector, le juro que me pone la piel de gallina repasarlo!
Las miradas eran otras, los gestos eran otros, el amor propio le gritó al cerebro que el cansancio no tenía que importar, que no se iban a ir de Francia sin dejar hasta la sangre en el verde césped y el cerebro, entendiendo de qué se trataba, obedeció sin chistar. El tercer gol en contra fue, tal vez, el cachetazo que las hizo revivir y como el ave fénix, Argentina resurgió y fue al ataque, como no lo había hecho a lo largo del mundial.
Primero, una corajeada de Dalila Ippólito que, con nada más que 17 años, había ingresado por la experimentada Soledad Jaimes y habilitó a Milagros Menéndez quien no falló frente a la arquera Lee Alexander y descontó para las albicelestes: corrían 29 del segmento final y los aires se renovaban con el gol. Seis minutos después, Florencia Bonsegundo, con un evidente desgaste físico, hizo de tripas corazón y sacó de la galera, cual mago maravilla, un potentísimo derechazo que dio en el travesaño e ingresó en el arco de Escocia. 3 a 2 y, por lo menos, diez minutos más de juego: todo era posible para estas GIGANTES.
Pero, claro, el rival también juega y Escocia no quería perder porque eso significaba despedirse del mundial así que intentó otro tanto sin conseguirlo. Y, cuando corría el minuto 88, Aldana Cometti ingresó al área europea y fue derribada por Sophie Howard. La árbitro norcoreana Hyang Ok Ri, asistida por el sistema VAR, decretó penal y millones de corazones empezaron a sentirse paralizados. La autora del segundo tanto nacional, con un temple envidiable considerando las circunstancias, se dispuso a patear y no pudo superar a la arquera Alexander. Sin embargo, Argentina tuvo un guiño del azar o, mejor dicho, del VAR, que indicó adelantamiento por parte de la guardameta, por lo que el penal debió patearse de nuevo y aquí no falló, la cordobesa fusiló a la escocesa y corrió, entre lágrimas de felicidad y euforia, hacia su derecha para celebrar la hazaña: las chicas de Carlos Borrello se ponían 3 a 3 y empataban un partido realmente inolvidable.
Ahora hay que esperar que se den otros resultados para saber si Argentina continúa en carrera o su camino mundialista quedó ahí, en “Parque de Los Príncipes”: si mañana empatan Chile y Tailandia y Camerún con Nueva Zelanda, la “celeste y blanca” permanecerá dentro de la competencia. Si no sucede, las chicas volverán seguramente con un sabor agridulce ya que ellas querían ir por más, ELLAS QUIEREN IR POR TODO.
Pero, tiempo al tiempo, que lo tenga que ser, sea y cuando les toque regresar, sepan que más allá de lo que pase en Francia, en nuestra tierra el partido lo ganaron y por goleada y, aquí, lector, me voy a dirigir directamente a ellas, aunque no sé si alguna de esas 23 bestias fenomenales del fútbol lleguen a leerme: chicas, son las heroínas de millones de nenas que quieren ser como ustedes porque ustedes demostraron que se puede ser. Son el ejemplo a seguir de millones de mujeres que no se animan a derribar tabúes, a exigir lo que les corresponde y lo que es correcto; no sólo en el fútbol, sino también en la vida. Son la bandera de un movimiento que busca igualdad, equidad y respeto: todo lo que se ganaron con los pies, no se pierde en Francia, se queda con cada uno de los que fuimos testigos de lo que este plantel es capaz. Chicas, como dije en otra nota, con ustedes voy a Esparta y gano la guerra. No lo duden, junto al cuerpo técnico y a esas compañeras que no pudieron viajar porque se lesionaron o porque solamente podían ir 23, pero que son parte fundamental de este proceso: USTEDES CAMBIARON LA HISTORIA y nos demostraron que con sacrificio, trabajo y nobleza, se puede lograr lo que sea.
Gracias eternas a: Vanina Correa, Agustina Barroso, Eliana Stábile, Adriana Sachs, Vanesa Santana, Aldana Cometti, Yael Oviedo, Ruth Bravo, Soledad Jaimes, Estefanía Banini, Florencia Bonsegundo, Gabriela Gartón, Virginia Gómez, Miriam Mayorga, Belén Potassa, Lorena Benítez, Mariela Coronel, Gabriela Chávez, Mariana Larroquette, Dalila Ippólito, Natalie Juncos, Milagros Menéndez y Solana Pereyra.