Argentina jugó perdida

Augusto Dorado
(@augustodorado)


El debut de Argentina en esta Copa América 2019 despejó algunas dudas. O más bien, afirmó incertidumbres previas: la Selección todavía es un equipo inseguro y frágil, cuyo principal rival son sus propios fantasmas.  Por otro lado, enfrente estaba una selección de Colombia muy dinámica que agrupa a grandes jugadores como Cuadrado y James y –al revés que la albiceleste- menos presión sobre sus espaldas.

Siendo la Copa América el “talón de Aquiles” de esta Selección ¿era Scaloni el director de orquesta apropiado? Si a priori la respuesta era “No”, a posteriori es un no rotundo. Jugadores históricos como Di María y Agüero estuvieron afuera de los planes del DT hasta último momento con lo que Scaloni difícilmente logre ganarse la confianza de los consagrados. No tiene trayectoria, ni experiencia, ni personalidad para dirigir (en el sentido estricto de la palabra) a futbolistas que aprendieron de Guardiola, de Pellegrini o hasta de Gallardo, por poner sólo algunos nombres. Pero además, esa generación de jugadores que llegó a dos finales de Copa América y una de Mundial (2014) en los últimos 5 años -lo que sectores del periodismo hegemónico y del público tildan increíblemente de “fracaso”, cargando de presión a los protagonistas- necesita un conductor en lo que hace a su moral y su orgullo; conductor que no puede ser Messi (como sí lo es claramente en lo futbolístico) porque es uno de los principales damnificados de ese ambiente.
Argentina, de entrada jugó perdida. Hubo un partido, por cierto. Con un primer tiempo que sólo será recordado por la imagen pálida que ofreció la selección: estática, con un mediocampo difuso, con un fondo que transformaba la ansiedad en errores groseros. Argentina era actor de reparto y les cedió el protagonismo a los colombianos, que en los primeros 10 minutos hasta la lesión de Muriel ejercieron una presión frenética.


En el segundo tiempo, el equipo argentino mejoró notablemente, sobre todo por el ingreso de De Paul entusiasta por un Di María que había sido intrascendente. Fueron buenos esos primeros 15 minutos de Argentina, donde probó a un Ospina muy afilado con remates de Paredes y un cabezazo de Otamendi tras centro de Agüero. Pero el gol de Roger Martínez lo desarmó al equipo. Vimos a otro Messi en esa segunda etapa, más decidido y concentrado. Pero no pudo levantarse nunca Argentina del golpe de estar en desventaja.
¿Qué le depara al equipo en esta Copa América en la que todavía queda enfrentar a un duro Paraguay y a un Qatar totalmente accesible pero que llega en la última fecha? Puede cambiar esta misma selección, porque tiene los recursos principales: los jugadores. Pero juega con sus propios traumas muy en contra.
Si el trámite del partido debut ante Colombia fue desalentador, el panorama que se desprende de la lectura de Scaloni en la conferencia de prensa es todavía peor. Exageró la mejora de ese breve lapso del segundo tiempo y con declaraciones del estilo “si ganamos los próximos partidos, podemos clasificar” (la definición misma de la nada, la cuestión es cómo, con qué recursos, con qué ideas y esquemas), reafirma lo que se sospechaba: Argentina jugó perdida de entrada. Porque lo que perdió hace rato es la brújula. No la perdieron los protagonistas, los jugadores. Quedó con el imán quebrado en algún cajón de Viamonte 1366, seguramente.

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