Por Mariano Murad (@mana_rc)
Resulta remanido hablar del título de Racing de 2001 y la crisis que supimos conseguir luego de 10 años de neoliberalismo al palo. Sin embargo, es imposible disociarlas. De hecho, a ningún futbolere se le puede escapar que un aniversario de campeonato que se celebre entre Navidad y Año Nuevo se explica porque algo extraordinario ocurrió.
Efectivamente, el pueblo argentino se levantó contra 10 años de gobiernos antipopulares el 19 y 20 de ese mes, por lo que la definición del torneo quedó en suspenso. Luego de varias negociaciones, se resolvió que los aspirantes al título, Racing y River, jugaran sus respectivos partidos. Por lo tanto, aquellos fueron días muy duros para todo el pueblo, por lo que a los racinguistas la alegría y la esperanza se nos mezclaban con altas dosis de culpa y angustia.
Aquel 27 de diciembre, con un cielo absolutamente despejado, el día se mostraba ideal para la ocasión. A las 12 nos encontramos con mis amigos en la casa del Negrito Hernán, porque su viejo, Miguelito, que esquivaba la crisis haciendo laburos para el municipio, había conseguido un camión de remolque para ir a la cancha. Salimos de Wilde siendo cinco o seis. Llegamos a Liniers siendo más de sesenta enfermos cantando y saltando.
Una vez en el estadio, cada uno fue a ocupar el lugar que le correspondía, ya que fue imposible conseguir entradas todos juntos. De hecho, de las seis tribunas posibles que tiene el Amalfitani, Vélez nos cedió cuatro (más los arriesgados que se mandaron a la tribuna del Fortín), transformándonos en virtuales locales. Una vez adentro las horas no pasaban. La lluvia nos sorprendió a poco de que suene el pitazo, lo que le agregaba un tono más épico a la jornada.
En lo deportivo, en las últimas jornadas la presión hacia el equipo iba en aumento. La mochila de los 35 años sin campeonatos era pesadísima y, para colmo, nos venía persiguiendo River, que era una máquina de ganar torneos cortos y de arruinarnos tardes. Sin embargo, en una jugada política digna de estudiar, luego del empate en cancha de Huracán con Banfield en la fecha 17, Mostaza Merlo abandonó el mítico “paso a paso”, y le confirmó a Tití Fernández, con tono enojado: “vamos a salir campeones”. Recuerdo que lo primero que pensé al escucharlo es que era una locura pronunciar esa palabra antes de tiempo, pero de repente una confianza ciega se apoderó de mí, del resto de mis amigos y en la fecha 18 noté también que de los jugadores. En esa jornada, el triunfo claro ante Lanús nos permitía depender de un empate en Liniers para obtener el título.
El partido casi que ni lo recuerdo, sólo tres cosas me vienen a la cabeza. La primera es que, a 15 minutos de comenzado, River ya ganaba tres a cero. Lo segundo es el gol en offside (qué me importa) de Loeschbor, con la misma cabeza que le empató a Independiente sobre la hora y abrió el camino a la goleada a San Lorenzo. Y finalmente, el momento Racing de la tarde, cuando Vitali deja corta una pelota y -ATENCIÓN- ¡Chirumbolo! nos empató. Faltaban diez o quince minutos que fueron eternos.
Finalmente, más allá de las ridículas subidas de Sessa a cabecear para arruinarnos la fiesta, logramos sacar el puntito necesario y así, a lo Racing, terminamos con la larguísima mala racha. Los minutos posteriores al final fueron entre emotivos y bizarros: se notaba mucho que la mayoría de los que estábamos en Liniers no teníamos ni la menor idea de cómo se celebra un título. Cantábamos a destiempo, reíamos, llorábamos, puteábamos al Rojo y a todos los equipos.
Por suerte, gracias a que la gente recuperó el club, a que Milito nos transformó el espíritu, Licha continuó su legado y Blanco cuida los intereses del club como nunca nadie lo hizo en los últimos 50 años, pudimos aprender a festejar. Ya no cantamos a destiempo ni desenfrenados el “Dale Campeón”. Sin embargo, nada ni nadie nos borrará de la memoria ese 27 de diciembre de 2001 en el que nadie sabía festejar.
Racing ha ganado la Primera División en 18 ocasiones (con un récord de siete campeonatos consecutivos entre 1913 y 1919, cinco de los cuales fueron invictos), además de ganar 13 Copas Nacionales como cinco Copas Ibarguren, cuatro Copa de Honor Municipalidad de Buenos Aires y una Copa Beccar Varela. [1] Debido a esos logros, el equipo fue apodado La Academia ("La Academia del futbol"), que aún identifica al club y a sus seguidores.