Por Emiliano Rossenbaum (@emirossen)
El estadio estaba a punto de estallar, la multitud se amontonaba incluso dentro de los pasillos del estadio. Salen los jugadores, esos héroes que ahora vemos en videos difusos en blanco y negro pero son reales, de carne y hueso. La hinchada explota en fervor, y los 11 héroes que los representan en la cancha sienten una emoción única e irrepetible. Hace exactamente 53 años, Racing escribía la página dorada dentro de su exitosa historia: la final de la Copa Intercontinental contra el Celtic.
El proceso no había sido fácil, evidentemente. Tanto es así que apenas dos años atrás los malos resultados en el campeonato colocaban a la Academia en el último lugar de la tabla luego del paso fallido de Juan Carlos Giménez por la dirección técnica. Ante la desesperante situación, Juan José Pizzuti fue presentado como nuevo entrenador del elenco de Avellaneda.
Pizzuti era una figura muy especial dentro del club. Durante una década defendió la camiseta blanquiceleste (con un paréntesis de un año en 1955) ganando dos títulos locales. En esta etapa como técnico impuso un juego dinámico y vistoso, marcando un antes y un después para la preparación física y táctica en el fútbol argentino. Tanta fue su influencia que bautizaron —sin mucha imaginación— a ese grupo de jugadores como “El Equipo de José”.
Así las cosas, empezó su ciclo con una victoria contundente sobre River, líder en ese momento. Un 3-1 en el Cilindro serían los cimientos sobre los que se construiría uno de los mejores equipos argentinos de la época. Empezaron a levantar su nivel en forma exponencial, y para final de torneo no solo había salido de los últimos puestos sino que trepó hasta la mitad alta de la tabla. Empezaba el camino hacia la gloria.
Los buenos resultados empezaron a sucederse uno detrás de otro y la vuelta de un ídolo como Maschio levantó el nivel, por lo que para la fecha 26 del campeonato siguiente Racing estaba cómodo en la primera plaza y podía presumir de no haber caído nunca en los 25 encuentros jugados hasta ese momento. En el Monumental, un gol del “Pinino” Más y otro de Luis Cubilla sepultaron para siempre el histórico invicto. Contando lo conseguido en la campaña anterior, fueron 39 partidos seguidos sin caer derrotado, logro que hasta ese momento nunca se había conseguido en la Primera División Argentina durante el profesionalismo. El récord solo sería superado más de 30 años después cuando otro equipo histórico como el Boca de Carlos Bianchi alcanzó la marca de 40 partidos.
De cualquier manera, lograron mantener la moral alta y 10 fechas más tarde dieron la vuelta olímpica ante Gimnasia. El Campeonato volvía a manos blanquicelestes, mientras otro gran objetivo revoloteaba por la mente de toda la hinchada: la Copa Libertadores 1967.
La Libertadores
El camino iba a ser largo. La anterior edición ya había sido muy extensa, y en una decisión poco usual la CONMEBOL decidió mantener el mismo formato de un año para otro. Como primera instancia, Racing debía medirse en la Fase de Grupos contra otros 5 clubes. A pesar de sufrir un susto grave en un viaje desde Colombia (Juan Carlos Rulli, mediocampista del equipo, dijo: «Vi la muerte») lograron pasar de ronda sin otras complicaciones.
Mientras seguían avanzando a paso firme en busca del Campeonato Metropolitano, la Copa se les complicaba. Habían empezado con dudas, pero ganaron los últimos tres partidos y lograron forzar un desempate.
Felizmente para la Academia, el Estadio Nacional de Chile vio cómo vencían por 2-1 y pasaban a su primera Final de Copa Libertadores en la que apenas era su segunda participación en la competición. Nacional de Uruguay sería su adversario en ella, pero antes tenían que intentar revalidar su título local. El 6 de agosto, un equipo diezmado físicamente sucumbió ante Estudiantes de La Plata por 3-0 en la Final del Metropolitano.
Y finalmente llegó la ida, en el Cilindro. Aquel día un 0-0 decepcionante dejó abierta la llave de cara al partido en Uruguay, pero allí el guión no cambió y el resultado tampoco. Otra vez, fue necesario un partido desempate, y nuevamente fue elegido el Estadio Nacional de Chile. Como no podía ser de otra manera, esta vez Racing desplegó su artillería y ganó 2-1 con goles de Cardoso y Raffo. Después de 20 partidos (la mayor cantidad de partidos jugada por un campeón en la historia del torneo), eran los mejores de América.
Los mejores del mundo
Cuando ya parecía que el sueño había terminado, la confianza empezó a esparcirse en el aire. Racing era en efecto el mejor de América, pero todavía podía ir más lejos. El 18 de octubre era la fecha marcada para la ida de la Final de Copa Intercontinental: ese día, en el Hampden Park los esperaba el Celtic de Jimmy Johnstone, Lennox, Craig y tantísimas figuras, dirigidos por el mítico Jock Stein.
El equipo no lograba hacer pie en el Campeonato Nacional —por primera vez en Argentina se jugaron dos torneos locales en un solo año—, pero llegó el día elegido y la motivación rebasó cualquier contexto futbolístico. Lamentablemente para ellos, un gol del capitán Billy McNeil complicó las cosas, y obligaba a Racing a ganar en Avellaneda para poder llegar una vez más a un tercer partido. Con esta presión en los hombros, se volvieron a encontrar dos semanas después, esta vez en el Cilindro. Celtic se adelantó con un penal de Gemmell, pero Norberto “Toro” Raffo, goleador de la Libertadores, lo empató 10 minutos después. A la vuelta del entretiempo, “El Chango” Cárdenas hizo el 2-1 que Racing necesitaba, y lograron defender el resultado como pudieron hasta que el árbitro pitó la conclusión del partido. Solo quedaba un último paso, y sería la tercera Final la que pasaría a la historia.
4 de noviembre de 1967 es la fecha que quedará grabada para siempre en la memoria del fútbol argentino. Hace 53 años, una multitud (entre los que se encontraban muchos hinchas de otros clubes argentinos, incluyendo Independiente) se trasladaba al Estadio Centenario de Uruguay y presenciaba un partido conocido como “La Batalla de Montevideo”. Racing formó con su once ideal: Cejas; Martín, Perfumo, Basile, Chabay; Cardoso, Rulli, Maschio; Raffo, Cárdenas y Rodríguez.
Al contrario de lo que se podía esperar de estos equipos, del minuto 0 al 90 fue una sucesión de interrupciones en el juego, por lo que las expulsiones fueron una constante. Antes del entretiempo ya habían recibido tarjeta roja Basile en Racing y Lennox en el conjunto escocés, mientras que apenas empezada la segunda mitad el memorable Jimmy Johnstone se cansó de que lo agredan todo el tiempo, por lo que reaccionó y terminó siendo echado. Con superioridad numérica, los de Avellaneda mantuvieron su nivel de violencia, pero tuvieron un pequeño momento para jugar al fútbol que sabían y allí vino el gol más recordado de su historia. El “Chango” Cárdenas, que ya había sido vital en el partido de Vuelta, recibió la pelota pocos metros por delante del círculo central en una jugada que no parecía demasiado trascendente. Cuatro toques y diez metros después, la pelota viajaba en destino final hacia el arco defendido por John Fallon luego de ser impulsada con una fuerza impresionante. El disparo, dirigido al ángulo superior izquierdo del arco, es uno de los más festejados de la historia del fútbol argentino. Luego de este gol, la violencia no solo siguió sino que empeoró, llegando a 5 la cantidad de expulsados. Hughes por un lado y Rulli por el otro se sumaron a la lista. De cualquier manera, el resultado se mantuvo, y Racing dio la vuelta olímpica más importante de su historia.
Pizzuti siguió cosechando buenos resultados hasta su renuncia en 1969, pero no volvió a ganar títulos. Pasarían más 35 años hasta el siguiente éxito del club, donde se siguen recordando las hazañas del ‘67 con el canto eterno: “Y ya lo ve, y ya lo ve, es el Equipo de José”.