Por Esteban Bedriñan (@ebedrinan)
Hoy se cumplen 10 años del recordado cuarto puesto de Uruguay en el Mundial de Sudáfrica 2010. El equipo de Tabárez entró por la ventana al primer torneo que se jugó en suelo africano y fue de los últimos en irse luego de jugar 7 partidos.
La aventura comenzó con un parejo encuentro ante Francia, donde repartieron situaciones y puntos y el 0-0 fue lo más justo para ambos. Los europeos serían una de las grandes decepciones de ese torneo, quedando afuera en la primera ronda y con una serie de problemas internos entre jugadores y el DT. Uruguay terminó el partido con uno menos por la expulsión de Nicolás Lodeiro pero terminó de consolidar un doble mediocentro con dos pilares que ya se venían perfilando: el Ruso Pérez y Egidio Arévalo Ríos.
La segunda fecha los puso cara a cara ante los locales: con un doblete de Forlán, el tipo que mejor aprendió a domar la Jabulani, y el restante de Palito Pereira, los Celestes sacaban pasaje a la próxima ronda con un merecido 3-0. La goleada no solo trajo buenas sensaciones puertas adentro del plantel sino que era un aviso de que Uruguay no había ido al mundial a ver qué pasaba y comenzaba a destacarse el dominio y la ascendencia de Forlán en ese equipo.
El cierre del grupo ante México sirvió para quedar primeros y para que Luis Suárez anotara por primera vez en mundiales. Es icónica la escena del Ruso Pérez con la ceja cortada por un codazo de Guardado y su camiseta número 15 ensangrentada. Siguió jugando con una venda celeste y se llegó a utilizar su imagen para comerciales televisivos. A los tres puntos obtenidos por el triunfo, hubo algunos que quisieron sumarle tres más: los de la sutura que recibió el propio Pérez.
Los octavos de final pusieron a uruguayos y surcoreanos frente a frente en una lluviosa Port Elizabeth. Un tempranero gol de Suárez trajo cierta tranquilidad para los Celestes aunque fue alterada al minuto 68 por el empate de Lee Chung-Yong. A la salida de un córner y luego de dar un rodeo, nuevamente Suárez marcó el 2-1 definitivo y colocó a Uruguay entre los 8 mejores del torneo.
Del duelo de cuartos de final ante Ghana se ha escrito muchísimo y no hay palabras que expresen la angustia y el desahogo que vivió cualquier uruguayo en esos 120 minutos de fútbol y los posteriores penales. Considerado como uno de los partidos más épicos en la historia de los mundiales, el juego es recordado por la mano de Suárez, el penal al travesaño de Gyan sobre la hora y la picada del Loco Abreu. Solo los más memoriosos se acuerdan del referí portugués Olegário Benquerença: cobró un foul inexistente de Fucile a Adiyah, quien se tiró y de cuya falta derivó en la famosa jugada del penal. Tampoco cobró ni el juez principal ni su asistente los dos offside evidentes en esa misma acción. Tal vez sin la roja al delantero salteño, la historia hubiera sido diferente en la siguiente instancia. Muslera se disfrazó de héroe atajando dos penales y Abreu la picó para meterse en la historia grande del fútbol uruguayo.
En semifinales el rival fue Holanda y en un encuentro muy áspero, los tulipanes doblegaron a los de Tabárez por 3-2. Una vez más Forlán (con un gol similar al de Ghana pero con pelota en movimiento y en este caso con la zurda) y el Mono Pereira fueron los autores de las conquistas celestes. Aun hoy se discute la pasividad con que el juez uzbeco Ravshan Irmatov manejó el encuentro y la decisión en varios de sus fallos. En el 1-0 holandés, cobran un lateral inexistente a favor de los europeos y omite un evidente foul de van Bommel al Mota Gargano. En el segundo gol, convertido por Sneijder, hay un claro fuera de juego de van Persie. La estadística del encuentro arrojó que hubo 12 errores arbitrales a favor de Holanda y solo 1 para Uruguay.
El partido por el tercer y cuarto puesto es el que ninguno de los semifinalistas desea jugar. A ese encuentro, alemanes y uruguayos se encargaron de ponerle color y pasión entregando un atractivo y cambiante juego. Abrió la cuenta Müller para los teutones, empató Cavani luego de una precisa barrida del Ruso Pérez sobre Schweinsteiger y Forlán puso el 2-1 parcial con un golazo. Jansen y Khedira volvieron a dar vuelta el marcador y decretaron el 3-2 final. No fue uno de los partidos más felices para el arquero Muslera, pero era imposible reclamarle algo a uno de los artífices del gran mundial charrúa. Uruguay vendió cara la derrota y buscó el empate hasta el último minuto.
Como señala Jaime Ross en su imprescindible película “3 Millones”, el tiro libre de Forlán que pega en el travesaño y se va fuera sobre el cierre del partido ante Alemania, es una parábola perfecta del paso de Uruguay por el mundial: una pelota que pegó en el palo y no entró.
El Balón de Oro de Diego Forlán fue una distinción individual pero celebrada como grupal.
El segundo proceso del Maestro Tabárez alcanzaba su máximo esplendor y llevaba a los suyos a los primeros puestos del ranking FIFA. Si “el camino fue la recompensa”, como lo expresó el propio entrenador al volver al país, lo que vino después sería la confirmación de que el trabajo iniciado en 2006 comenzaba a florecer: se ganó la Copa América en 2011, se clasificó a un Juego Olímpico luego de 84 años, las juveniles participaron de varios mundiales como no sucedía hace años y en mayores volvieron a clasificarse para Brasil 2014 y Rusia 2018.
A 10 años de ese mundial, Uruguay rememora hoy el cuarto puesto como si fuera un título más. Ese mundial fue el punto de partida de una nueva vida de la celeste: volvió a ganarse el apoyo de su público, revalorizó el trabajo en las selecciones menores, recobró el sentido de pertenencia en la elite futbolística y promovió a varios de sus futbolistas hasta el máximo nivel. Sudáfrica 2010 fue una bienvenida para Uruguay. Bienvenido al mundo.