Por Patricio Feldman (@patriciofeldman)
Grandes proyectos surgen en asados, no tengo pruebas pero tampoco dudas. Es lógico, uno propone, el resto acompaña, n cantidad de veces x n cantidad de comensales. El punto es que el 99% de las propuestas no se materializan. Algunas caen por su propio peso, son delirios mal formulados e imposibles de llevar a la práctica. Otras directamente no ven la luz porque siempre es más fácil proponer que hacer. A veces, simplemente cuesta dar el primer paso. Les voy a contar una historia que pertenece al selecto grupo que compone el 1%.
“Los Maradonianos no tenemos una instancia que nos represente como pueblo. El Diego es una forma de vida, una identidad, un lenguaje, una cultura, una nación”, señaló Hernán, mientras se servía un vaso de fernet a la espera de que lleguen los choris. Todos lo miramos atentamente. Estaba diciendo algo importante, él lo sabía. “Tenemos que armar un espacio que aglutine a todo el pueblo Maradoniano, más allá de las nacionalidades e identidades futboleras” agregó Guido, dándole forma a lo que parecía una propuesta ambiciosa. Muchos Maradonianos dispersos por el mundo, abrazando a su Diego. Necesitamos un espacio que nos agrupe a todos, que abarque la totalidad inacabable de Maradona. Salir de mi Diegopara abrazar al Diego de todos.
“¿Por qué no empezamos por la bandera?”. sugerí tímidamente. A esta altura no sé si realmente fui yo el que propuso esto, o fue otro, pero tampoco creo que importe demasiado. El punto es que lo que parecía una buena idea – de esas que siempre surgen en asados – se transformó en un proyecto que nos cambió la vida para siempre. La bandera fue ese primer paso que todo proyecto necesita para dejar de ser sólo una buena idea. Salir de lo abstracto para ir a lo concreto. Trascender la declaración de intenciones. En definitiva, toda nación necesita una bandera y nosotros queríamos fundar una nación.
Compramos la tela el mismo día que Hernán compró a Barrilete – un Clio 0 km modelo 2014 – nos distribuimos en los autos, y así empezó todo. En un auto, viajamos Guido (Chimy), Nahuel (Kiwy), Dany, y Yo (Pato). En el otro, Hernán (Cherno), Nico (Cordo), Ezequiel (Negro), Nico (Píldora) y Ricky. La idea era tener la bandera lista para el primer partido, el 15 de Junio en el Maracaná, el debut de la selección contra Bosnia. Pero uno de los grupos llegó muy al límite y la mayoría no tenía entradas para el partido. Decidimos buscar un plan B. Se resolvió que la bandera la hacíamos después del partido, pero pintábamos una bandera más chiquita con un pedazo de tela que nos había sobrado. Era una bandera improvisada, no era la bandera de la Nación. Pero los que tenían entrada podían, al menos, mostrar algo. Era un primer aviso. Apenas el prólogo de una novela que aún sigue escribiéndose.
El contenido de la bandera no estaba en discusión. Somos la Nación Maradoniana y teníamos que darnos a conocer con ese nombre. Qué mejor momento que en un mundial, organizado en Brasil, alentando a la selección argentina. Maradona excede a la Selección Argentina, pero la Selección Argentina no excede a Maradona. Diego cambió para siempre la vara con la que analizamos, disfrutamos, y nos conmovemos con la selección nacional. Así como hay un antes y un después de Cristo que representa la vara con la que evaluamos la historia, existe un antes y después de Maradona para analizar al seleccionado nacional.
Queríamos que todo el mundo viera que un grupo de Maradonianos apoyaba a la selección y al mismo tiempo, les tendía la mano para que se unan a este colectivo. En el mundial había 32 países y una Nación en vías de reconocimiento, eso se tenía que ver. No pedimos pasaporte, ni creemos en el Diegometro, sólo queremos agrupar a los que aman tanto a Maradona como nosotros. Queremos unir a los Maradonianos de Boca, de Napoli, de Newells, de Argentinos Juniors, de la selección, y a todos los hinchas desplegados por el mundo que jamás dirían la frase prohibida: “Diego como jugador fue un fenómeno, pero..”. Maradona no admite peros y ese es el contrato que firmamos los que pertenecemos a esta Nación. Cualquiera puede sumarse, siempre y cuando firme ese contrato.Que quede claro que sin el fanatismo no se puede, pero con el fanatismo solo no alcanza. Hay que bancarse las contradicciones y encolumnarse detrás del más humano de los dioses.
El reconocimiento de D10S
Noche bien copacabanezca, jarra cortada de fernet peronista, dos trozos de tela de 3 x 1mts con los colores celeste y blanco. Cada uno se ocupaba de pintar una letra. Me tocó la última A de “ana” y colaboré también con la última N de “nación”. En el medio, sucedió algo inesperado. Entre tanta gente que se acercó a ver como pintábamos la bandera, aparecieron Paolo Vilouta y Toti Pasman. Nos preguntaron quiénes éramos y qué decía la bandera. Le contamos todo con mucho orgullo y emoción. Recalcamos – casi que de forma provocadora – que Diego es lo más grande que hay y que no admite peros. Pasman se atajó: “Comparto lo que dicen, yo jamás puse en duda a Diego”. Todos gritamos: “Te tenes que reconciliar con él”. Inmediatamente después, agregamos: “Sólo Diego tiene esa potestad”. Ahí quedó. Fue nuestra primera prueba. La bandera, Toti, la Nación, Copacabana, Brasil, Mundial, Diego. De a poco, los planetas se iban alineando.
Estábamos en Brasil, teníamos bandera, algunas pocas entradas en el bolsillo, pero una sonrisa de punta a punta. El sueño de construir la Nación Maradoniana estaba cada vez más cerca. “Necesitamos que nos reconozca”, propuso Chimy. “Vos estás loco” le dije. “Diego tiene que bautizar la bandera, sólo así la Nación tendrá el reconocimiento que merece” sentenció Cherno. “Una Nación necesita una bandera, pero además que esa bandera sea reconocida” agregó Kiwy. “Solo Diego puede darnos ese reconocimiento” declaré, sabiendo que era una sentencia fuerte. “Bueno, hagámoslo entonces” afirmamos todos. El que abandona, no tiene premio.
Estábamos convencidos y concentrados en la tarea, se respiraba optimismo. Por momentos, el mundial pasó a un segundo plano. Parecía que habíamos viajado a Brasil para fundar la Nación Maradoniana. Y un poco fue así. El Mundial fue la excusa perfecta para materializar un proyecto que merecía concretarse. Alentar a la selección en Brasil fue el vehículo para poder acercarnos a Diego. El horizonte siempre fue ese, después el propio desarrollo del Mundial nos fue enamorando del equipo de Sabella. “La Nación está por encima de todo” aceptamos sin titubeos. No se trataba de palabras vacías, sino de un compromiso colectivo que asumimos desde el primer día.
El plan era el siguiente. Diego se alojaba en el Hotel Radisson de Barra de Tijuca. El dato lo obtuvimos porque Diego estaba filmando De Zurda para Telesur, y teníamos contacto con la producción del programa. Que el astro del futbol mundial nos reciba era la utopía inalcanzable que nunca se va a concretar, pero la necesitas ahí, como faro para avanzar. El plan de máxima era que Diego firme la bandera, en ese momento creíamos que era posible. Le dábamos la bandera a sus allegados – parte de la producción del programa – para que se la pasen a él, y recibiríamos la bandera firmada que luego nosotros nos encargaríamos de pintar.
Fuimos al Hotel. Supimos en todo momento que Diego estaba ahí. También éramos conscientes de que teníamos que ser capaces de captar su atención. Él está acostumbrado a que le griten y le canten dondequiera que este, y más en un mundial donde está lleno de argentinos. El solo hecho de que estuviéramos ahí, cantando y desplegando la bandera, no nos iba a dar el reconocimiento que fuimos a buscar. Nos faltaba algo más. Encima de todo, como en el hotel estaba alojada la selección de Chile, aparecieron los medios chilenos y eso complicó todo aún más. Diego no iba a salir en este contexto, con las cámaras afuera. No bajamos los brazos, seguimos cantando, pero poco a poco, se iba diluyendo el entusiasmo. Había que reaccionar.
Teníamos a nuestro favor que sólo nosotros estábamos ahí, nadie más. Barra de Tijuca se encuentra lejos de Copacabana o Ipanema, y la mayoría de los argentinos estaba disfrutando de la playa o buscando entradas para los partidos de la selección. Solo nosotros priorizamos una agenda diferente, en la cual Diego siempre es la primer opción. Las cámaras de los medios chilenos, complicaron mucho el panorama. Pensamos que no se iba a dar. “Inventamos o erramos” nos convencimos con la mirada.
Diego, Chávez y Fidel
“Hay que cambiar de canción” ordenó Guido. “Ya cantamos tres diferentes” aclaré ofuscado. “Le tenemos que llegar” sostuvo Cherno en un grito desesperado. “Tenemos que cantarle algo que ninguna otra banda de argentinos cantaría” propuso sabiamente Cordo. “No nos podemos ir de acá sin haber dejado todo” afirmamos en unanimidad. El consenso era absoluto, nos íbamos a ir cuando tuviéramos la certeza total que Diego no nos iba a reconocer. No importaba el tiempo que tuviéramos que estar ahí presentes. “Reconocimiento o muerte, venceremos”era la consigna.
No fue una propuesta, fue un impulso coordinado. “Yo voy con Diego, voy con Chávez y Fidel”, «..ole ole, ole ola…yo no soy yanqui, ni quiero ser… yo voy con Diego, voy con Chávez y Fidel”. Un grito de guerra. La Nación iba a pelear por su reconocimiento, como hicieron tantos otros por su patria. La cantamos con tanto énfasis, durante tanto tiempo, con tanto convencimiento, que lo que sucedió después fue una consecuencia lógica frente a semejante determinismo. “Salió, salió” gritó uno. “Donde, donde” respondí. “Ahí, en el balcón” contestaron. “Ahí está ahí está” grité emocionado hasta las lágrimas. Diego estaba ahí, en el balcón de la habitación del Hotel Radisson de Tijuca, con el puño en alto. Como Perón saludando a la plaza el 17 de octubre, como Fidel el 1 de enero en Santiago de Cuba, como Chávez en el Palacio de Miraflores. Era el puño de D10S.
Podría haber salido simplemente a saludar y el reconocimiento lo hubiéramos obtenido de todos modos. Pero el grito de guerra, el puño de D10S, le dio una mística distinta. “Le llegamos a Diego”, dijimos con la satisfacción de la tarea realizada. Nuestro destino era ese. La Nación necesitaba que Diego la reconozca en su función, abanderada de los Maradonianos que queremos construir un mundo diferente. Por qué ser Maradoniano es una elección de vida, nosotros estábamos ahí dejando en claro que no hay Nación sin bandera, no hay bandera sin Diego, y no hay Diego sin Chávez y Fidel. El puño en alto lo confirmó todo.
Nos quedamos varias horas más esperando cumplir con el objetivo de máxima, porque el mismo determinismo que nos llevó a la consagración, podía darnos la bandera firmada. Con terquedad leninista queríamos reunirnos con Diego, porque cuando avanzas hacía la utopía, ya dejas de verla como algo inalcanzable. Lamentablemente, no lo logramos. Diego se fue a grabar De Zurda y nosotros nos volvimos al departamento que alquilábamos en Copacabana. Habíamos sido testigo del bautismo. La Nación dejó de ser una idea loca de origen asaduno, y se transformó en la confirmación de que ni estábamos locos, ni éramos ajenos a Diego. Nos ganamos el derecho a existir, y acá estamos! Maradonianos del mundo, unidos!