Maradona en Newell’s: Un idilio memorable

Maradona y Newell’s, un amor que nació inesperadamente y se quedó para siempre.

 Por Emiliano Rossenblum (@emirossen)

-Ricardo, tengo una idea dando vueltas. Hay que traerlo a Él.

 La frase la dijo Jorge Raúl Solari, en el ya lejano agosto de 1993. Ricardo era el querido “Gringo” Giusti, y lo que se empezó a gestar en esa llamada sería un antes y después en la historia del fútbol rosarino.

Solo dos años antes Newell’s terminaba un ciclo muy exitoso con la renuncia de Marcelo Bielsa a su puesto de director técnico, y desde ese momento el club se sumió en una crisis institucional que repercutió fuertemente en lo deportivo. La llegada del “Indio” Solari traía un velo mínimo de esperanzas, pero la principal prioridad era mantener a raya el descenso.

Para ese momento, la verdadera historia ya se había desencadenado a un océano de distancia.

La contratación de Carlos Bilardo y Diego Maradona en 1992 causó conmoción en Sevilla, que los recibió con muchísima ilusión. Lamentablemente, numerosos problemas físicos del Diez (que volvía de varios meses inactivo por una sanción) impidieron que mostrase un rendimiento acorde a su calidad técnica, con excepción de unos pocos partidos en los que se vieron sus últimas gambetas en el fútbol europeo. Esto sumado al hecho de que el equipo no alcanzó las expectativas deportivas, su mala relación con la directiva y una pelea con Bilardo, desembocaron en una salida precipitada de la institución.

En este punto se unen las dos situaciones: Jorge Solari necesitaba cambiarle la cara a un equipo devastado mentalmente por los malos resultados y Maradona un cambio de aires para ganar confianza y regularidad de cara a su inminente vuelta a la Selección Argentina.

En agosto, había dicho que Basile “defraudó a una persona que dio la vida por el Seleccionado y él es el que mejor lo sabe… Si me llama, no voy ni a palos». Pero un mes después las cosas habían cambiado. A pesar de ganar la Copa América 1993, la derrota contra Colombia fue un punto de inflexión y la sociedad futbolera le exigía al Coco la vuelta del ídolo eterno.

Sin embargo, Argentinos Juniors y San Lorenzo se habían adelantado en los intentos de contratar al nacido en Villa Fiorito. Y allí aparece el as bajo la manga del técnico: una llamada a Ricardo Giusti fue el principio de las arduas negociaciones. Mientras a Diego le llovían ofertas, comenzó el verdadero plan de Solari: visitar a Marcos Franchi, representante del Diez, casi todos los días. Salía junto a Giusti a las 8 de la mañana y tardaba 12 horas en volver, por lo que tuvo que cambiar el horario de los entrenamientos a las 6 de la mañana. Tardaron en arreglar los detalles, pero lo lograron.

Lo que en principio parecía lejano ahora era una realidad, pero el camino seguía siendo tortuoso. El Presidente de Newell’s en aquel entonces, Walter Cattaneo, no sabía nada de las negociaciones, y Solari se lo comunicó en tres simples palabras: “Contratamos al Diego”. Pese a una rotunda negativa inicial, terminó cediendo ante la presión del DT y el impacto que tendría a nivel nacional la llegada de semejante ídolo.

Recién allí se difundió la noticia e incluso los propios jugadores del club no daban crédito a lo que escuchaban. Los entrenamientos abiertos al público desbordaban de gente pidiendo autógrafos o simplemente un saludo del Diez. La presentación oficial finalmente llegó y once años después de su último partido en el fútbol argentino Maradona fue recibido con una verdadera fiesta. Más de 40.000 personas (muchas de ellas simpatizantes de otros clubes, incluyendo al eterno rival Rosario Central) estuvieron en el Coloso del Parque para ver un amistoso contra Emelec. Fuegos artificiales, placas conmemorativas, la presencia de sus hijas Dalma y Giannina, una ovación eterna y una alfombra rojinegra sobre el césped fueron algunos de los ingredientes de ese momento. La Lepra ganó por 3 a 1 y el ex Sevilla convirtió un gol, a la postre el único que haría con la camiseta del equipo rosarino.

La figura de Diego logró aliviar el hecho de que Newell’s sufriera constantes derrotas. El destino quiso que el nuevo número 10 del club rojinegro debutara oficialmente un 10/10, en esas coincidencias que invitaban a pensar en un futuro feliz para todas las partes. Para mejor sus evidentes ganas de volver al Seleccionado se materializaron días después en el Repechaje contra Australia. Tras el empate en el país oceánico, un gol de Batistuta en el Monumental aseguró la clasificación. Durante los siguientes tres partidos Maradona aportó bastante al juego del equipo, pero de manera irregular. Naturalmente eso no impidió que aumentara exponencialmente las entradas vendidas en cada uno de los estadios en los que jugó y el 24 de noviembre ante Gimnasia fue su único partido oficial como jugador de la Lepra en un Coloso del Parque repleto.

Todo concluye al fin

Todo parecía camino de rosas hasta que llegó el 2 de diciembre de 1993. Ese día, enfrentando a Huracán, un suceso inesperado interrumpió para siempre su estadía en el club rosarino. Tratando de alcanzar un pase largo, se paró a los cinco metros de empezar la carrera. Todos lo vieron tan rápido como él; se había desgarrado. Serían sus últimos minutos oficiales con la camiseta leprosa.

Probablemente la historia hubiera sido distinta en otro contexto futbolístico-institucional. Pero la cruda verdad era que Newell’s estaba cada vez más cerca de ser relegado al segundo escalón del fútbol argentino, Solari se fue en noviembre (solo llegó a dirigir un partido al refuerzo que tanto le costó traer) y la relación del Diez con el nuevo DT Jorge Castelli era muy tensa.

Meses antes desde la directiva de San Lorenzo habían intentado contratar a Diego. A pesar de que las negociaciones parecían encaminadas, Castelli, en ese momento técnico del cuadro de Boedo, no dio el visto bueno. La prensa del momento conjeturó que lo hizo por considerarlo “una mala influencia para el vestuario”. De cualquier manera, nunca se llevaron del todo bien y la lesión fue la excusa perfecta para Castelli, que no volvió a convocarlo.

Un amistoso contra Vasco da Gama fue el último acto del Diez como jugador de la Lepra.

Las molestias físicas lo seguían aquejando, y él lo reconoció al salir reemplazado: “Es impresionante lo mucho que me molestan los gemelos, si no hubiese sido por la gente no jugaba”. Cinco días después, Cattaneo decidió rescindirle el contrato.

Así terminaba el paso del Diez por Rosario. Al despedirse, dejó claros sus sentimientos hacia el club: «Les pido disculpas a los hinchas por no haber hecho todo lo que esperaban de mí. No voy a olvidarme jamás del recibimiento y de todo el cariño que me dieron». En efecto, durante los años siguientes el ídolo argentino no ocultó su gusto por el club, y los hinchas le demostraron la reciprocidad del sentimiento. Esto incluyó varias ovaciones cada vez que el Diez volvió al Coloso, ya sea como jugador o como técnico, y la adopción del nombre “Diego Armando Maradona” para la tribuna popular sur.

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