Por Sebastián Chittadini (@sebachittadini)
Desde que Suzanne Vega popularizó la canción “Luka”, en 1987, que este nombre no era tan popular en Estados Unidos. Ahora basta solamente con mencionarlo para saber de quién hablamos, como siempre pasa con los grandes.
En el sencillo, que llegó al puesto número 3 del Hot 100 de Billboard, la cantante estadounidense cuenta la historia de un niño que sufre maltrato en su casa a través de una letra que se mueve entre la inocencia de la víctima y la fortaleza que debe desarrollar para sobrevivir, pero en especial para mantener la estabilidad emocional ante la adversidad. Luka Doncic también llegó hasta el puesto número 3 del Draft de la NBA de 2018, lugar en el que fue elegido por los Atlanta Hawks y cambiado esa misma noche a los Dallas Mavericks por Trae Young. Pero, aunque cada noche aparezcan rivales que van directamente a buscarlo para meterse en su cabeza y sacarlo de los partidos, es él quien por lo general se encarga de ser el que los maltrata con su amplio arsenal de recursos técnicos.
La música de “Luka”, en combinación con la voz de Vega, es dulce y agradable; en contraste con la realidad de una letra que trata abiertamente el abuso infantil desde el punto de vista del niño maltratado. El niño prodigio de los Balcanes también tiene un aire de inocencia infantil, se le ponen los cachetes colorados cuando juega y tiene el peinado de cualquier escolar en su primer día de clase. Pero hasta ahí llega la ternura. A los 21 años, ya es campeón europeo con Eslovenia, tres veces campeón de la ACB, dos de la Copa del Rey, una de la Euroliga y una de la Intercontinental con el Real Madrid, MVP de la Euroliga y de la ACB, Rookie del Año y All Star en la NBA.
Nacido en un país en el que el básquetbol es el deporte nacional, Luka tuvo como espejos a varios compatriotas que dejaron huella en la NBA como Goran Dragic, Beno Udrih o Sasha Vujacic y es hijo de un ex jugador profesional. En él confluyen cosas de un Magic Johnson rubio con la precocidad y genialidad de un nuevo Drazen Petrovic, la capacidad de penetrar de un Manu Ginóbili o un James Harden, la ralentización del juego de Dejan Bodiroga y la tentación de compararlo con Larry Bird, aunque no sean muy similares en su juego. Con todo esto, no es de extrañar que lo haya fichado el Team Jordan para ser una de las caras de su marca.
Las dudas le fueron saliendo al cruce en cada una de las etapas de su carrera y las silenció todas, una por una y en cámara lenta. Primero, no estaba a la altura de la ACB y menos de un equipo como el Real Madrid. Más tarde, cuando empezó a mostrar cosas, las dudas pasaban por ver si servía para partidos importantes. Después vino la etapa de suspicacias acerca de si la Euroliga le quedaba grande y por último las burlas por pensar que podía ir a la NBA. Mucho menos pensar en que se pudiera destacar en la mejor liga del planeta, había quienes decían que ese paso significaba autodestruir su carrera. Luego de demostrar que el talento siempre termina imponiéndose, llegaron las interrogantes sobre cuál es su techo. Y no parece verse. Lo que se ve hoy son los debates de los mismos analistas estadounidenses que dudaban de un chico blanco, europeo, lento y poco atlético sobre si Luka es ya el mejor jugador del mundo. Les ganó, como lo hizo con estrellas como LeBron James o ex jugadores como Ginóbili o Dwyane Wade que comentan en Twitter sus actuaciones. Público ajeno al básquetbol pregunta quién es el Luka ese que les aparece en su Timeline, Montrezl Harrell de los Clippers de Los Angeles le pide disculpas públicas luego de insultarlo con un “P*t*o niño blanco” y la misma NBA sabe que va a tener que hacerle un lugar al niño rubio de los Balcanes como una de las caras de la liga. De forma irreverente, Luka tomó por asalto la NBA sin ningún proceso de crecimiento, dominando desde el día uno y generando sus propios tiros desde cualquier posición casi sin esfuerzo.
En sus primeros Play Offs, promedió 31 puntos, 9.8 rebotes y 8.7 asistencias y se convirtió en el tercer jugador en la historia con un partido de 45 puntos, 15 rebotes y 10 asistencias (Charles Barkley y Oscar Robertson son los otros), además de ser el más joven en anotar una canasta ganadora y el debutante con más puntos en un debut en Play Offs. Con un tobillo lesionado, con su escudero –el letón Kristaps Porzingis- lesionado y con un elenco de reparto que no estuvo a la altura, se despidió de los Play Offs con 38 puntos, 9 rebotes y 9 asistencias en el último partido contra el gran equipo de los Clippers. Con tanto talento, determinación y carisma, queda en el aire la promesa de muchas jornadas de gloria. La puerta del olimpo de los grandes está entreabierta, con el presentimiento de que la NBA va a ser suya dentro de muy poco. El futuro llegó hace rato, y basta con mencionar su nombre: Luka, el que parece mirar desde el segundo piso.
(Esta nota se publicó a su vez en Zona Mixta donde también pueden acceder a ella. Recomendamos el sitio uruguayo que la rompe toda)