No es folclore, es violencia

Por Ayelén Simiani (@AyeSimiani)

«Violados» reza el pasacalle que colgaron orgullosamente hinchas del clásico rival del club que soy hincha en mi ciudad, Villa Constitución, a raíz de la final que ganaron por penales hace unos días (se refiere a la final del Clausura 2019 de la Liga Regional del Sud que Riberas del Paraná le ganó a Porvenir Talleres). «Violados» dice el pasacalle que orgullosamente comparten en sus redes sociales. Violados, así sin más… Como si la violación no fuera un acto aberrante, que arruina vidas y deja marcas. Como si no fuese una realidad dolorosa que viven mujeres y hombres, pero en su mayoría mujeres de nuestro entorno. Me pregunto si alguna mujer u hombre cercana de los graciosos que pintaron este pasacalle y tuvo la desgracia de tener que vivir una situación así lo habrá tomado con gracia, me pregunto si habrá reído. Me pienso a mí misma, cada vez que camino sola por la calle y miró para todos lados, perseguida, asustada, rogando que si me pasa algo, que sea un simple robo porque que me roben es lo de menos, sabiendo que me pueden violar o matar, y como yo todas las mujeres. 

El fútbol es un claro reflejo de cómo estamos como sociedad, y cada vez me cuesta más aceptar en silencio que «el folclore del fútbol es así, porque siempre fue así y no va a cambiar». NO. En la construcción del fútbol que queremos, un fútbol para todes, creo que la tarea más difícil es empezar a hackear al fútbol masculino, es poner en evidencia que todo aquello que es «normal», que se reproduce como si nada pasara NO ESTÁ BIEN y contribuye a que la sociedad esté cada vez más violenta, más intolerante, carente de empatía. 

Estamos hace días debatiendo en todo el país la actitud de los rugbiers que mataron a Fernando y claramente lo acontecido responde a una construcción de la masculinidad que le dice a los hombres que deben ser machotes, violentos, que usen la fuerza bruta para resolver los problemas, que no pueden ser débiles, y todas esas pautas que le dicen a los hombres como deben ser. 

Hoy escribo porque que realmente me dio repulsión ver ese cartel que tan felizmente decora los muros de unos cuantos conocidos hinchas de ese club, y con esto no estoy diciendo que Talleres no lo haga. Sin ir más lejos, la última vez que fui a la cancha (en Riberas, el partido de la final que se suspendió por que la hinchada local agredió al juez de línea), me peleé con un chabón que estaba al lado mío porque dentro de la cancha había como 50 milicos y milicas, y este señor gritó como 30 veces: “¡MILICA PUTA, ABORTERA!”. Yo, con mi pañuelo verde colgado en la mochila, lo miro y le contesto: “explícame qué carajo tiene que ver lo que decís, abortera y puta no son insultos (sin ánimos de defender a la gorra)”. Y ahí cruzamos un par de gritos. Y así podría explicar mil situaciones más. 

Este fútbol que le pone pronombre femenino a todo aquello que quiere ridiculizar me da bronca, me da asco: PUTA, TROLA, JUGAS CÓMO NENA, LLORAS CÓMO NENA, LLORONA, MARICONA, NENITA, etc. 

A lo que voy es que tenemos la responsabilidad de empezar a hacer visibles estas situaciones, que no están bien, no son normales, y empecemos a pensar que en los clubes les estamos marcando el camino a niños y niñas, y los valores que elles llevarán adelante en el futuro: ¿queremos machitos violentos y violadores? ¿Queremos más muertes como la de Fernando a manos de pibes que quieren demostrar lo machos que son? ¿Queremos que nuestros pibes no puedan expresar sus sentimientos y siempre traten de ser los más “porongas” del lugar y que terminen expuestos a situaciones de violencia? ¿Queremos hombres que sigan reproduciendo este sistema patriarcal con nuestras niñas futuras mujeres? 

No queremos más hijos sanos del patriarcado. No queremos más un «folclore» violento. No queremos más un fútbol homofóbico, xenófobo, machista Y violento. No queremos una sociedad así. 

Queremos un fútbol para todes: feminista e inclusivo.


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