Hoy se cumplen 18 años de una de las jornadas más tristes para el fútbol argentino. Recuerdo la expectativa generada, acorde a las demostraciones de un equipo que había arrasado con todo lo que se anteponía a su paso, que había construido una identidad clara y contaba con jugadores en altísimo nivel. Pero también alimentada por un panorama desolador a nivel social y económico. La famosa crisis de 2001 además de mostrar la capacidad de hartazgo de un pueblo después de años de saqueo, había dejado a buena parte del país patas para arriba. El clima, a la distancia, resultaba irrespirable y la necesidad de un triunfo en el terreno de la pelota era el contraste requerido un poco para sentirnos vivos, para creer que no todo era un garrón, que esa insólita condena al éxito de la que hablaría el presidente de ese entonces tenía aunque sea una carnadura en el verde césped.
El Lejano Oriente nos quedaba, precisamente, lejos. Japón y Corea del Sur organizaban por primera vez una Copa del Mundo, en esa tendencia irreversible de la FIFA a trascender fronteras y llevar el fútbol a cualquier lugar. El futuro nos depararia también Sudáfrica y en un par de años dicen que será el turno de Qatar. Había que poner el despertador y madrugar o incluso pasar de largo en algún caso.
El sorteo no había sido benévolo con nuestra Selección. Nigeria, Inglaterra y Suecia se anotaban en lo que ya se consideraba uno de los grupos de la muerte. Pero las ínfulas de Bielsa y compañía no permitían ninguna duda en cuanto a la superación de ese obstáculo. Una madrugada de domingo Bati metió la cabeza desde un ángulo imposible y arrancamos venciendo a los africanos por la mínima. Se venían los ingleses. Si en el 66 nos habían derrotado en su casa, el 86 con D10S más iluminado que nunca y el 98 con las manos de Lechuga Roa habían sido dulcisimas venganzas, cada una con su toque especial.
Fue un viernes temprano, a las 8:30 para ser exactos. Ese día no recuerdo que actividad teníamos en el colegio – estaba justo en 5to año – pero con un grupo de compañeros hicimos caso omiso a la misma y vimos el partido en un bar de la esquina. Una actuación deslucida y un penal que el carilindo de Beckham conectó acertadamente nos dejaron con más preguntas que respuestas. Había que ganarle a Suecia. Le teníamos que ganar. Le íbamos a ganar. ¿O estábamos entrando en el maldito territorio del miedo al cual si no se lo afronta como tal puede ser letal para cualquier aspiración?
El día D
Miércoles 12 de Junio, 3:30 de la madrugada. En unas horas hay que ir al colegio y yo creo que aún no dormí. Los veo a Bati, al Burrito, al Payaso Aimar, a Samuel. Nada puede salir mal. Faltaría un Juan Román, pero ese error – si existe el riquelmismo bielsista, me anoto – ya venía de arrastre. Es un equipo el de celeste y blanco que domina, que va sin titubeos y que una y otra vez se choca contra la férrea defensa sueca. Mientras tanto Inglaterra y Nigeria empatan sin goles. A 45 minutos del final del partido, nos estamos quedando afuera del Mundial en primera ronda. Cada vez falta menos para que tenga que ir a clase. Si es una pesadilla, podría terminarse.
En el ST hay cambios pero el escenario es similar. Vamos con todo lo que tenemos y más. Ellos aguantan. ¿Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe? Les queda un tiro libre lejano. Un tal Svensson sacude y una endeble reacción de Pablo Cavallero pone promediando la segunda parte Argentina 0 Suecia 1. Ahora sí que la mano esta jodida. Quiero llorar pero todavía hay que mantener las esperanzas. Como si el golpe no se hubiera sentido, nuestra Selección continua buscando pero el tiempo se agota. Ingleses y nigerianos no mueven el marcador.
La angustia ya es el sentimiento predominante. Nos cobran un penal sobre la hora. Va Ortega y se lo atajan. ¿Tantas cosas pueden salir mal en casi 2 horas? Por un ratito alguno de la manada de los elefantes que nos está meando se relaja y Crespo empuja el rebote. Es el empate y nos quedan varios minutos para ganarlo. Tiene que darse. ¿Cómo nos vamos a volver tan temprano? Justo en el año en que la estamos pasando como el orto, acá tiene que haber una alegría. Sí, ya sé, no le podemos pedir al fútbol que compense todos los demás males, pero no podemos evitarlo. Dale Pupi, tirá el centro bien que está solo Crespo. ¿Cómo puede ser que Bati esté en el banco? Andá Payasito, encará si te gusta. Vamos Bruja, éste era tu Mundial, ¿te vas a ir así sin ton ni son?
Pero no hay caso. Miro la tele con mi mayor cara de asombro y es real: nos quedamos afuera del Mundial. Como cuando le cortaron las piernas a Diego en el 94, como cuando Bergkamp hizo pasar de largo al Ratón Ayala, es otra frustración letal. Aunque más inentendible. Sigo preguntandome 18 años después por qué. Veo las lágrimas de Bati y no puedo creer que ese animal esté llorando en lo que va a ser su último Mundial. Puteo a Bielsa pero sé que después lo voy a respetar como prácticamente a nadie en su tarea. Sólo puedo saber y sentir que fue la madrugada más triste de mi vida futbolera. Y en un rato, encima, hay que ir al colegio.