Por Gabriel Fortuce (@EntrelinhasDJ)
¿Cuántas veces hemos escuchado que lo que hace que el fútbol sudamericano sea plástico, impredecible, dinámico y formador de talentos como ningún otro se debe al fútbol callejero? Siendo esa visión tan extendida es inevitable pensar hasta qué punto influye la calle en el entrenamiento de un jugador.
Bueno, el punto es que todo comienza con la pobreza. Sí, América del Sur sigue siendo un continente pobre o en vías de desarrollo. Históricamente, la mayoría de la población ha tenido que luchar y trabajar duro para sobrevivir.
El fútbol siempre ha sido una herramienta para olvidar los problemas cotidianos, ya sea para el trabajador que solo quiere ver ganar a su equipo o para un niño de 8 años que va al colegio y cuando sale lo único que quiere es imitar a los ídolos que ve en la televisión.
En ese chico que para intentar conseguirlo llama a sus compañeros a jugar a la pelota en un terreno cercano a su casa, con dos arcos improvisados, un terreno accidentado y sin iluminación adecuada para jugar hasta tarde estaría la esencia del fútbol que muchos añoran.
¿Qué estilo se produce?
Estos chicos inconscientemente juegan al fútbol a su manera, y todos los que viven en ese ambiente y contexto social producen un estilo de jugar al fútbol que en ese momento nadie teoriza.
Cuando uno es chico, si no tiene la pelota instintivamente va a buscar a alguien específico del oponente y marcarlo como una forma de anular su posible recepción. Los compañeros siempre van diciendo “agarralo”, “es mío”, “es tuyo”.
De la misma manera cuando uno tiene la pelota en los pies el equipo tiende a concentrar a casi todos sus compañeros alrededor como una forma de “dar opción de pase”. En este caso es común escuchar “tocá y andá”, “picá”, “vení”. Todo esto se puede encontrar en cualquier partido de fútbol, ya sea una fiesta de cumpleaños donde todos los niños juegan juntos por primera vez o un equipo de barrio con los mismos jugadores durante 3 años.
Así, observamos ciertos patrones que son claros, marcaje individual y ataque de aproximación, sin ningún respeto por las “zonas del campo”. Eso nadie lo eligió conscientemente, eran características que surgían libremente como expresión personal y que cualquiera que haya jugado al fútbol con amigos puede pensar e identificarse.
¿Cómo se adaptaba eso al fútbol profesional?
El ataque de aproximación cuando se tiene el balón y el marcaje individual son históricamente señas de identidad del fútbol sudamericano. Ambos privilegian al individuo con y sin balón. Por eso el europeo solía llamar al sudamericano un “individualista” que necesita aprender a jugar en colectivo.
Era común que los jugadores llegasen a un club recién con 13 o 14 años para terminar su formación, no formarse desde el principio, ya que la gran parte de su aprendizaje era ese fútbol intuitivo, sin reglas y de libre expresión. Luego sí en las inferiores llegaba para perfeccionar los gestos técnicos (a través de ejercicios principalmente analíticos) y su forma física. La parte colectiva era la última del entrenamiento y no se le daba tanta importancia.
Cuando se convertía en profesional todo lo que el atleta necesitaba hacer era expresar lo que sentía, el entrenador estaba allí para permitir su expresión individual y colectiva. Esto no quiere decir que no hubiera tácticas y que el entrenador fuera solo un “distribuidor de pecheras”, sino que todo se hizo a favor de potenciar a los atletas y sus relaciones más que a un estilo de juego específico.
¿Por qué todo cambió?
La sociedad ya no permite que los niños jueguen al fútbol en cualquier lugar y en cualquier momento debido a la violencia y al desarrollo de la tecnología que aísla cada vez más a las personas. Solo por estos dos factores ya podemos entender que no existe una formación “callejera” como antes. Hoy los primeros toques de balón se dan en una institución, es decir escuelas o clubes.
Ahí entramos en otro problema, la globalización. Esto trajo cada vez más la idea de que los entrenadores y métodos europeos son más avanzados y mejores, principalmente porque este período de auge de la globalización coincidió con el hecho de que el fútbol sudamericano ganó menos títulos mundiales que el viejo continente.
Se hizo común extirpar de los clubes la figura del técnico ex jugador, que se contentaba solo con afinar talentos, y exaltar la figura del “entrenador moderno”, que no es más que un estudiante universitario que creció leyendo todos los libros de entrenamientos sistematizados y viendo a Pep Guardiola en la tele vistiendo un lindo traje mientras comandaba a las principales estrellas del planeta al más alto nivel.
¿Hasta dónde hace daño ese nuevo perfil de DT?
El entrenador moderno fue convencido de que lo que ellos entienden como “métodos guardiolistas” se pueden aplicar en cualquier contexto y que esa es la manera de ganar. Después él se ocupa de mostrar al espectador que tiene contactos importantes, que está “actualizado”.
De esa manera consigue ser promovido al primer equipo de algún club mientras determina que su forma de entrenar debe replicarse exactamente igual sobre los canteranos, haciendo trizas la formación de aquellos chicos que todavía no llegaron a primera.
Por eso se ven cada vez menos jugadores brasileros ambidiestros o colombianos con una técnica depurada. Eso vino acompañado de un cambio en la forma en la que Europa mira al fútbol sudamericano. El Real Madrid necesita venir a Brasil, traer a Vinicius Júnior más barato y terminar de entrenarlo individualmente allí para que se convierta en una estrella mundial.
¿Cómo podemos salvarnos?
Sin ánimo de comparaciones con el caso de Vinicius, Maradona o Riquelme fueron llevados al viejo continente para que intentaran replicar lo más fielmente posible las cosas que hacían en sus clubes. Ambos tuvieron tiempo de moldear su primera versión como jugadores profesionales en Argentina: Diego se fue a los 21 años y Román a los 24.
Un poco de eso hace falta recuperar, y en ese sentido como brasilero admiro mucho a los argentinos por el conservadurismo de sus raíces. Tienen un claro concepto general de formación del que yo mismo estoy siendo testigo al realizar los cursos de la ATFA (Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino).
En la preservación de la esencia, en las reformas que le hacen falta a la formación de jugadores y principalmente en una reivindicación por parte de los hinchas de la forma de jugar que los representa estará la salvación.