Diniz y la confianza de los resultadistas

Una crítica a los grandes medios y a cómo influencian al público futbolero, con la figura del DT brasilero Fernando Diniz en el centro de la escena.

Por Murilo Rocha (@MuriloC_Rocha)

Traducido y editado por Emiliano Rossenblum (@emirossen)

Todos los hombres y mujeres que aprecian el fútbol guiado menos por preceptos físico-tácticos y más por un espíritu alegre, bello y creativo son fanáticos de la obra de Fernando Diniz desde hace mucho tiempo.

Quienes rechacen este estilo, por diversas razones, siempre encontrarán un pretexto para criticar y menospreciar a Diniz, por muy evidentes que sean sus méritos.

Hay también una gran mayoría de resultadistas, que no tienen una escuela o estilo de juego preferido. Sobrevuelan el fútbol como drones, ​​pero sin percibirlo de cerca, sin atribuirlo a sus extensiones culturales. Generalmente toman partido en base a lo que se dice en las mesas redondas de la televisión o, peor aún, a retales del barullo habitual de las redes sociales.

Para ellos, por regla general, lo que cuenta es lo que se vio —por ellos o por otros— después de los 90 minutos. Si el Santos jugó mal, el Santos es un mal equipo. Si a Flamengo le fue bien en el partido, Flamengo está bien. Si Grêmio tiene menos equipo que Vasco y logró vencerlo con propiedad, hay grandes posibilidades de que escuchemos que lo superó “desde lo táctico”. 

Cada pitido final rige la tendencia y dicta la sentencia, que puede confirmarse o destruirse en el siguiente partido. Y no importa lo que pasó en la final del Mundial de 1974 o la semana pasada, porque a juicio del resultadista el pasado sirve para consultar la historia pero no para aprender a analizar el momento presente. Para este momento, solo importa el final inmediato de cada juego y nada más.

Este resultadista o dronista no suele tener muy buena disposición hacia Fernando Diniz.

Eso se debe a la imagen creada en torno a algunos atributos que se manifiestan sobre la superficie de juego —sin darse cuenta de los valores imbuidos— como el pase arriesgado del balón y la supuesta vulnerabilidad en los contraataques, pero sobre todo por el hecho de que no es (todavía) un “súper ganador”.

Las cuestiones detrás del juego desarrollado por el entrenador del Fluminense son, muchas veces, vaciadas por la falta de pruebas listas del presente, el certificado de excelencia, el sello Inmetro de la opinión pública: las copas, los cinturones de campeón.

Ocupando el panteón de protagonismo en el panorama nacional durante los próximos años, naturalmente tendrá la oportunidad de trabajar en equipos top y conquistar varios títulos. Pero mientras ese día no llega, es tratado por los resultadistas/dronistas como una abstracción del fútbol, ​​cuyos principios no enseñan ni dialogan en profundidad con temas más relevantes de identidad y cultura aunque así se lo haya reconocido uno de los diarios más importantes del mundo.

Si Diniz va a escribir un libro sobre su estilo de juego, que discutirá puntos centrales para entender sus propósitos y su conexión con la esencia del fútbol en Brasil, la pregunta que predominará es: “¿qué título ganó?”.

Sí, porque todo libro sobre fútbol debería ser sólo un “backstage del logro”, una de esas bagatelas motivacionales sobre “dirigir un equipo ganador”, amalgamadas en los escaparates de las librerías con los interminables carteles andrajosos de gestión empresarial y desarrollo personal.

El sello de campeón otorga una autoridad infinita dentro del espacio mediático, el campo gestativo del pensamiento del sujeto dronista. Él absorbe los 30 minutos de tonterías post-partido y, eventualmente, tres o cuatro párrafos de algún columnista “falso-resultadista”. Con eso se amplifican los reclamos en temas como exigir la llegada de Abel Ferreira a la Selección de Brasil, aunque el eventual hecho vaya contra casi todo lo que Brasil cultivó en su vida futbolística.

Y eso es, hasta cierto punto, irremediable. Los grandes medios son por esencia resultadistas. Trabajan con lo tangible. Priorizan el tratamiento de la información frente a la observación consciente. ¿Para qué quemarse la cabeza con cosas que «no todo el mundo ve»? Es normal medir si un entrenador es mejor que otro en base al primer punto de evidencia, un título.

¿Y qué hay que hacer?

O Diniz se atiborra de títulos a medio plazo, para que, combinando el juego bonito con la eficacia, se haga indiscutible; o algunos profesionales de la prensa deportiva empiezan a aprovechar el espacio para plantear sutilmente cuestiones intrínsecas al juego, aunque sea de forma paulatina, estimulando al espectador a una visión más clara de la relación entre el fútbol y la vida cotidiana; o personajes con cierto alcance público, vinculados al fútbol pero (preferiblemente) ajenos al ámbito deportivo, comienzan a reclamar un lugar en la plaza para ofrecer otros discursos, visiones alternativas al estándar clásico, aún hegemónico.

O todas las cosas juntas, lo cual es ideal.

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