Con el hombre en el centro

Rosario Central vuelve a una final importante y no hubiera sido posible sin Miguel Ángel Russo. ¿Cuál es la narrativa detrás del éxito?

Por Pablo Matías González (@kamikazedicromo)

El partido promedia los 70 minutos, Jorge Broun frustra una y otra vez las aproximaciones de los dirigidos por Miguel Ángel Russo. El director técnico va y viene de la zona demarcada, esconde sobre la quijada la característica sonrisa publicitaria hasta que sucede el milagro. Carlos Tévez, desde afuera del área, clava un auténtico golazo que deja a Fatura semi erguido, amargado. Mira hacia el banco en busca de consuelo, mientras Diego Armando Maradona luce resignado. Boca le ganó a Gimnasia.

Tres años después, el círculo se cierra sobre Fatura y Miguelo. El guardameta, con las rodillas flexionadas, mira a la pelota elevarse majestuosamente mientras Manuel Lanzini sostiene la mirada incrédula. Las cámaras, por esas casualidades, apuntan a Russo: otra vez mira a Fatura, otra vez está contento y emerge la sonrisa impoluta. El círculo se cierra, precioso. Rosario Central le ganó a River.

Hombre de definiciones simples, los latiguillos de sus órdenes o conclusiones engrosan los tapes que año a año se difunden por la TV y redes sociales. “Un poquito ma’” y “son momentos, son decisiones” podrían englobar teorías futbolísticas sobre qué definen en el universo de Miguel.

Acaso la sencillez con la que resolvía en su posición de mediocampista central cuando jugaba en Estudiantes de La Plata y se formaba en la filosofía más maravillosa: el bilardismo. Cómo no iba a ser DT si jugaba con Alejandro Sabella, José Daniel Ponce y Marcelo Trobbiani. Épocas del 5 en el eje, para ordenar, quitar y salir. Poner, siempre, un poquito ma’.

Así como el pasado vive en el presente o en palabras de Karl Marx «la historia se repite», ha formado a varios en su posición y ha apostado por jóvenes talentos. Allí está Agustín Toledo en el eje central, como pieza fundamental del Canalla que el sábado pasado le ganó a River. Más atrás en el tiempo Éver Banega. Más acá, Alan Varela que hoy es sensación en el Porto. Russo apuesta entre experimentados y pibes con ambición. En ese sentido, esta versión del Canalla le calza al pelo.

El hombre, sin embargo, no vive sólo de ordenar las posiciones que conoce. Están los casos de Eduardo Coudet y Agustín Sández. A Chacho lo convirtió en el killer mañoso que recordamos hoy, un hombre histriónico con goles bonitos a raudales. Si bien ha anotado en el superclásico, el gol que le hizo a Newell’s Old Boys desde afuera del área queda para la vitrina.

Aquél clásico del año 97 consagró a Russo y Coudet como ídolos, Sergio Goycochea puede dar fe que vió nacer dos criaturas en esa fatídica tarde. Luego que los jugadores de la Lepra sean descalificados por contar con seis jugadores en cancha, Miguel salió por el centro del campo a dar su veredicto: está claro lo que pasó, todo esto lo vio la gente.

En el caso del lateral Agustín Sández, Russo lo rescató de Boca. El jugador pasaba un mal momento, había sido relegado a la Reserva y acumulaba errores que habían costado caro al Xeneize. Miguel ya lo conocía de su período en Boca, así que lo empoderó: hoy Sández es pieza central en el equipo que el sábado disputará la final por Copa de la Liga. 

El pasado sábado, mientras se agolpaba el turismo en las principales ciudades para aprovechar el único feriado previo a la debacle, Miguel Ángel Russo repetía la coreografía. Torso medio erguido y el tranco veloz. Tiempo atrás, en un partido de Boca posterior a la obtención de la Libertadores, fue a protestar un fallo arbitral. En el último encuentro entre el Xeneize y Central, hizo lo propio mientras se jugaba el segundo tiempo. En ambos casos, las hinchadas gritaban: «Ruuuusso, Ruuuusso». Son decisiones, con el hombre en el centro.

Foto: Twitter (@dataref_ar)

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