Por «El Trinche Carlovich» (@salmonpalangana)
(Escuchando de fondo la versión acústica de «Black and White America» de Lenny Kravitz)
Aunque a día de hoy no tiene una selección fuerte, los amantes del fútbol histórico conocerán que el balompié peruano setentero alcanzó un nivel brutal, tal vez el mejor de su historia. Bajo la dirección del profe Marcos Calderón se proclamaron vencedores de la Copa América del 75, en una edición que se jugó a partidos de ida y vuelta donde el combinado peruano eliminó en semis a Brasil.
Según muchos entendidos de la época, el mejor mediocampo ofensivo del mundo en el Mundial 78 no era ni el del campeón Argentina, ni el de la Holanda de Cruyff, ni el brasilero con Zico. El fútbol más alegre lo dibujaba Perú. Era un equipo donde “El Patrón” Velásquez hacía la raya en mediocampo con su 1,90 para que Teófilo “El Nene” Cubillas (mejor futbolista peruano de la historia), “El Cholo» Sotil (una suerte de George Best peruano) y César Cueto (otro apodado “Poeta de la zurda” del que dicen que técnicamente era mejor que los otros dos) se encargaran de la magia.
Todos esos jugadores estaban en el Alianza Lima, por lo que no es de extrañar que arrasaran en varios campeonatos peruanos de esa década. Pero el equipo se desmembró tras el Mundial de Argentina ya que el veterano Sotil (que llegó a Alianza procedente del Barça de Cruyff donde portaba nada más y nada menos que el 10 a la espalda), se fue a Colombia junto con César Cueto. Cubillas se marchó al calor del dólar para enrolarse en el Fort Lauderdale Strikers, junto a viejas glorias como Gordon Banks, «Torpedo» Muller o George Best.
Todo ello propició que tras el bicampeonato 77-78 la institución emprendiera una compleja travesía en el desierto. Sin embargo, a mediados de los 80 la entidad del barrio de Matute decidió cambiar el rumbo regenerando el plantel e inundando el primer equipo de críos de las inferiores. El encargado de rematar la reinvención del Alianza Lima sería el ex seleccionador Marcos Calderón.
Bajo la estética de los Jackson Five, una suerte de chavalería mulata jovencísima y descarada entró como un torbellino en el primer equipo. Fue una generación espontánea de imberbes la que sacó Alianza, entre los que destacaba Luis Antonio “El Potrillo” Escobar. Zurdo finísimo de rapidez endiablada, pegada brutal e instinto asesino, Escobar debutó con el primer equipo un 26 de mayo de 1984 cuando sólo contaba con 14 años (aunque algunos dicen que tenía dos más).
Desde el principio se vio que era un jugador para marcar una época, explotando definitivamente en 1985, temporada donde fue convocado para la Sub 16, el combinado juvenil y la Selección absoluta (único caso en la historia). En ese año todavía no desarrolló su faceta de goleador al tener por delante a La Rosa, Rey Muñoz, Mejía y otros delanteros referencias en el equipo aliancista.
Su protagonismo en el equipo fue in crescendo, hasta que se destapó cuando el profe Calderón llegó en el verano del 87 y le dio galones de estrella. Lo alineó de delantero puro y «El Potrillo» sacó todo lo que llevaba dentro. Con 18 primaveras, Luis Escobar disputó 144 partidos oficiales con Alianza en los que marcó 50 goles.
Su compadre era Carlos “El Pacho” Bustamante. Era un par de años mayor que Luis y en las inferiores jugaba de delantero centro, pero pronto se vio que rendiría mejor surtiendo de balones al Potrillo. Era el típico jugador humilde que se sentía cómodo estando a la sombra de Escobar. Cuando estaba no recibía las flores, pero cuando no jugaba todos lloraban la falta de esa segunda espada.
De vez en cuando se desmelenaba (como por ejemplo cuando Perú le ganó 2-1 a Argentina en el ’86, con golazo incluido), pero en su sencillez se encontraba más cómodo asistiendo a Escobar. Eran como hermanos dentro y fuera de la cancha, por lo que el apodo de “los compadres” hizo furor.
Aunque jugaban en Primera División y luchaban por el campeonato nacional, en el fondo eran unos niños enamorados de este maravilloso deporte que en cuanto terminaban el entreno comían rápido en el bar de Rosita para irse al parque a jugar la sagrada pachanguita del jueves con los amigos.
Como decimos, en los años 85-86 Los compadres fueron asumiendo protagonismo ofensivo en detrimento de algunos veteranos y de vez en cuando destapaban el tarro de las esencias para machacar al que se pusiera por delante.
Golearon en clásicos contra Universitario (4-0 y 5-1 con los dos primeros de Escobar) y al Sporting Cristal, que se llevó un set en su visita a Matute. Pero al equipo le faltaba la consistencia necesaria para ganar el campeonato. En el ’86 quedaron segundos, por lo que la directiva le dio las riendas técnicas al experimentado Marcos Calderón para la temporada 1987. Los 18 años de Escobar y los 20 del Pacho serían la piedra angular de un seguro equipo campeón.
La tercera esquina del triángulo era el contrapunto ideal de ese equipo. Llegado al club en 1987 por petición expresa de Calderón, el “lunar blanco” era Alfredo “El Tanque” ”Tomassini. Entre esa chavalería bajita y orgullosamente negra, criada en los suburbios del Perú setentoso, Tomassini era un jugador blanco, de una altura y fortaleza considerable y criado en una familia de pudientes. Un 9 puro y menos dúctil en esa camada de jugones.
Su fortaleza era el contrapunto perfecto a la sutileza, técnica y picardía de Escobar y Bustamante. Era también muy joven (22 años) y aunque le costó encajar dentro del grupo de pillos negritos (al principio tuvo algún enfrentamiento con Escobar), sus goles ayudaron a que se integrase rápidamente en el plantel.
Junto a los compadres y al lunar blanco, Alianza equilibró un equipo gracias a la calidad en mediocampo de Reinoso y de José “Pelé” Casanova y a la contundencia defensiva de Reyes, Willy León y el “Gino” Peña. Junto a estos niños, los treintañeros “Caico” Gonsález y “La Pantera” Mendoza, arquero del equipo desde hacía 14 temporadas y superviviente del Alianza que ganó varias ligas en los 70, propiciaron que se conformara una escuadra dispuesta a asaltar el campeonato.
Con ese equipazo empezó la temporada de 1987, donde parecía que Alianza iba a volver a saborear las mieles del triunfo por primera vez en la década. El día de la Inmaculada Concepción de ese año, con una humedad brutal y 38 grados, el equipo visitaba el patatal de Pucallpa en plena selva peruana; uno de los partidos más difíciles que quedaban.
Dos bajas tenía el equipo por lesión: «El Colibrí» Rodríguez y el mediocentro Reynoso, que sería sustituido por el pujante juvenil Aldo Chamochumbi como compañero de Casanova y Bustamante en el mediocampo.
Corría el segundo tiempo de un feo partido cuando un solitario gol de emboquillada del Pacho Bustamante a pase de Escobar, colocaba al equipo de Matute como puntero en solitario del campeonato a falta de tres jornadas. El equipo decide volver ese mismo día a casa en un Fokker de la Marina Militar donde embarcan 43 personas: 16 futbolistas, 6 técnicos, 4 auxiliares, 8 aficionados, 3 árbitros y 6 tripulantes.
Llegando a su destino, el Fokker-27 militar con 43 personas donde viajaba el equipo, tuvo un accidente cuando llegaba a la costa de Ventanilla, precipitándose al océano. Los equipos de rescate salieron en su búsqueda pero no se encontraba nada, hasta que uno de ellos vio los restos del avión en el mar y al piloto Edilberto Villar agarrado a un madero. Junto a él, Alfredo Tomassini. Los dos únicos supervivientes.
Solo pudieron rescatar a Villar. La versión oficial que dio el piloto es que El Tanque tenía rota una pierna y que se ahogó antes de que bajaran los equipos de rescate. La investigación se cerró con el piloto vivo y 42 fallecidos, de los que se rescataron 37 cadáveres. Los cuerpos de León, Peña, Bustamante, Escobar y Tomassini nunca aparecieron.
El país entero quedó conmocionado por la tragedia, aunque Alianza decidió terminar el campeonato. El equipo hermano de Colo Colo le cedió jugadores, completando con Reynoso, El Colibrí, algunos suplentes y otros jugadores de las inferiores. A ellos se les unieron leyendas aliancistas como César Cueto, Velászquez o Cubillas que se volvieron a calzar las botas para ayudar a su querido club. Alianza Lima finalmente quedó subcampeón tras Universitario.
La versión oficial es que hubo un error humano que desembocó en accidente. Pero hay más versiones y cada una de ellas lleva a ramificaciones distintas, lo cual no es extraño porque el informe de la Marina peruana deja multitud de incógnitas e incongruencias. Infinidad de preguntas quedaron sin responder.
Se difundieron leyendas urbanas de todo tipo, desde las más estrambóticas a otras creíbles. La más impactante es la que desgranan el sociológo Aldo Panfichi y el literato Víctor Vich en su excelente trabajo “Rumores y Fantasías Sociales. La tragedia de Alianza Lima”:
«La historia más común fue la que aseguraba que el avión de la Marina traía grandes cantidades de cocaína escondida en sus bodegas. Se dice que, en pleno vuelo, los jugadores aliancistas se habrían percatado de tal hecho y habían amenazando a los oficiales con denunciarlos públicamente. Por lo mismo el descontrol dentro del avión fue tal que los militares decidieron ejecutar a los jugadores fusilándolos sin compasión. Ello ocasionó el accidente antes de aterrizar.«
Allí se recogen testimonios sobrecogedores. Un periodista deportivo dijo:
“Unas personas de la Marina nos contaron que era la tercera vez que ese avión venía de Pucallpa y que en las dos anteriores vino con coca. ¿Dónde está el piloto? ¿Por qué no declaró? En ese entonces no se podía decir nada, todo el mundo tenía miedo de hablar. Se dijo que el Dr. Orestes Rodríguez tenía un orificio de bala en la nuca; que Caico había sido baleado, y que algunas prendas de Marcos Calderón ni siquiera estaban mojadas. Seguro el avión traía coca y lo estaban esperando, por eso cuando quiso dar la vuelta lo derribaron; eso fue lo que sucedió”.
En internet se encuentran muchas más. Por ejemplo, voluntarios manifestaron que los dispersaron a balazos cuando fueron a prestar ayuda, que cambiaron las boyas de sitio o que los desorientaron. La realidad es que el juicio se cerró rápido y al piloto se le mandó a vivir a Australia.
¿Y Tomassini? ¿Se hundió realmente El Tanque aliancista? Esta es la parte más alucinante. La historia de que murió ahogado cuesta creerla. Alfredo, como dijimos, era una persona criada en una familia importante de médicos de cierta alcurnia. Curiosamente era un nadador fabuloso ya que se graduó en el Colegio británico Markham como integrante de la Promoción XXXI, donde ganó Campeonatos de Natación.
De hecho su madre, Hella de Tomassini, estuvo el resto de sus días buscando a su hijo. El reportaje que hizo la Ventana Indiscreta llamado “¿Dónde está Tomassini?” lo encuentran en Youtube. Aquí la primera de las cinco partes.
De las muchas versiones la más extendida es que ni se ahogó ni lo mataron, sino que lo hicieron desaparecer enviándolo a España. Varias personas aseveran haberlo visto. Un ingeniero llamado Velarde, hincha furibundo de Alianza que vivía en Murcia, asegura que se cruzó con El Tanque.
Se acercó a él emocionado, pidiéndole una foto. ¡Alfredo! ¡Alfredo! El presunto Tomassini giró la cabeza pero dijo que él se llamaba Felipe, que lo confundía y se marchó corriendo de inmediato. Velarde siempre mantuvo que “ahora es fácil ver a sudamericanos en España, pero a finales de los 80 no era tan común. Sin lugar a dudas era Tomassini”.
Quién sabe si el piloto alguna vez cambiará de opinión y contará lo sucedido, si lo dejará escrito en sus memorias dando orden de publicación cuando fallezca o si Tomassini estará vivo y alguna vez reaparecerá. Imagino que Los Compadres desde el cielo, interrumpirán su pachanguita para verlo.
Este artículo fue originalmente publicado aquí: https://www.salmonpalangana.com/2013/11/16/los-compadres-y-el-tanque-blanco/
Todos sabemos que La Marina de Guerra del Perú, en general las FF.AA., nunca querrán que se ventile la verdad por salvaguardar su imagen, la cual no es muy buena que digamos a lo largo de nuestra historia. Pero todas las conjeturas respecto a lo que pudo haber acontecido son coherentes, y el simple hecho de que no hayan dejado que el piloto comente lo sucedido, sea entrevistado siendo el único sobreviviente, y lo hayan enviado lo más lejos posible, ya dice mucho en que La Marina no quiso verse comprometido, incluso debieron indemnizar a cada una de las familias. El informe presentado respecto a «falla mecánica» lo más seguro es que haya sido de aminorar su responsabilidad y esconder la verdad sin manchar mucho su imagen, porque asumiendo que fuese verdad, la «falla mecánica» es también responsabilidad de La Marina de Guerra, pero no tan grave como comprobar de que traían droga.