El menottismo es anterior a Menotti

Hijo dilecto de sus enseñanzas, Ángel Cappa prestó su pluma para este texto sobre su maestro, César Luis Menotti. Un artículo presente en nuestra revista dedicada al querido Flaco.

Por Ángel Cappa

“Solo hay dos maneras de jugar al fútbol, bien o mal”

Dante Panzeri

En la década del 30 hubo un equipo en Argentina que fue bautizado como el equipo de “Los Profesores” por lo bien que jugaba. Ese conjunto era Estudiantes de La Plata, con su famosa delantera: Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita. Nunca fueron campeones pero ganaron el respeto y la admiración de casi todo el mundo futbolero argentino y un prestigio que aún dura.

Hay una anécdota que contó Lauri, reveladora de lo que significaba el juego en ese entonces. Dijo que después de una pelota que le dio “Nolo” Ferreira,  él tiró al arco, la pelota pegó en el palo y recibió un reproche de Ferreira: “esa pelota era para mí”, le dijo. “Pero Nolo…pegó en el palo” le respondió Lauri, sorprendido. “Aunque hubiera sido gol, esa pelota era para mí”, dijo Ferreira finalmente.

Esa respuesta tiene un doble significado. Por un lado el respeto que se tenía al juego. No importaba el resultado de la jugada, o importaba menos que responder a lo que exigía la jugada para que esté bien hecha. Y por otro que la estética no era un adorno de lo que sirve, sino que tenía un valor por sí misma y estaba íntimamente relacionada con la ética.

Carlos Peucelle, jugador de primer nivel y también de los años treinta, después entrenador y sobre todo formador de jugadores (o como él hubiera preferido que lo llamen, orientador o el que ayudaba a formarse a los principiantes), fue uno de los que marcaron el camino de nuestra identidad futbolística. Con frases como “No se juega siempre para adelante” y que: “a veces hay que jugar hacia atrás para aclarar la jugada”. Y también siempre afirmaba que correr mucho no es lo mismo que jugar bien. 

Adolfo Pedernera, un crack de todos los tiempos, conductor de la famosa y prestigiosa Máquina de River. Confesaba, ya de mayor, que seguía estando enamorado de la pelota y se lamentó: “todavía sufro al no poder entrar en contacto con ella”. Alfredo Di Stéfano siempre dijo que el 4-2-4, el 3-4-3, el 4-3-3, sólo eran números y exclamaba: “y los números no sirven para jugar al fútbol”.

Hay muchos ejemplos más para ilustrar cuáles fueron los conceptos fundadores de nuestra manera de entender y disfrutar del fútbol. Es decir, cuáles fueron los principios de nuestra identidad. Tal vez se pueda resumir en que el juego fue siempre tan importante, al menos, o más que el resultado. No valía ganar de cualquier manera. Había que hacerlo porque ese era y es el objetivo, pero jugando bien.

Por ejemplo, Pedernera explicaba, que en ese entonces se ponía mucha atención en los pases. “Había que dársela a un compañero al pie, ni muy fuerte ni muy despacio, con precisión”, decía, porque en caso contrario, ya eras calificado de “tronco”.

Los gambeteadores como el “Chueco” García, aquél extremo izquierdo que después de un gol regresaba arrastrando los pies por el césped “para que no me copien la jugada”, De la Mata, que le hizo un gol a River en el Monumental muy parecido al de Maradona a los ingleses en el 86,  Sívori, Corbatta y tantos otros, no solo eran respetados sino admirados.

El Mundial de Suecia, un retroceso y la pérdida de identidad

En el Sudamericano de Lima, en 1.957, la selección argentina ganó el campeonato con un juego exquisito, según las crónicas de entonces. Fueron goleadas con un juego de toques, paredes y gambetas que deslumbraron a medio mundo. Maschio, Angelillo y Sívori se destacaron en un equipo que le hizo 3 a Brasil, futuro campeón del mundo un año después en Suecia. 

Sin esos tres grandiosos jugadores, Argentina fue una enorme decepción en ese mundial y terminó con una humillante goleada en contra: 6 a 1 nos hizo Checoslovaquia.

El principal acusado fue el estilo. Había que ser como los europeos, grandes atletas muy fuertes y resistentes.

El fútbol argentino vivió su década infame. En esos años César Menotti era jugador y ya, desde ese lugar, se rebeló contra la idea dominante de correr mucho y jugar a no jugar.

Huracán del ’73, la refundación y el regreso de «La Nuestra»

Después de una fugaz colaboración con el Gitano Juárez en N.O.Boys, Menotti asume como entrenador de Huracán, a mediados de 1.971. Un año y medio después el equipo sale campeón con un juego que recupera la alegría, el talento barrial y los conceptos que parecían olvidados.

En el 74 es el DT de la Selección Nacional e inicia un proceso que devolvió la confianza en nuestro modo de ser y de jugar. 

¿Qué hizo Menotti? Descolonizó el fútbol argentino. Depositario de toda la herencia que nos dejaron los grandes jugadores y grandes equipos de los comienzos, la utilizó para que los jugadores y la gente tuvieran la seguridad de que siendo como somos, estábamos en condiciones de jugar de igual a igual contra cualquiera. 

Le dio un lugar de privilegio al fútbol del interior y lo integró al más alto nivel. Así Argentina ganó su primer mundial con la mayor y el primero también con la juvenil.

Desde entonces a los equipos que en nuestro país juegan bien o tratan de hacerlo, se los denomina menottistas. Lo cierto es que Menotti es hijo del menottismo que, como digo, nació mucho antes que él. Un hijo pródigo, por cierto, que se convirtió en el padre de nuestro fútbol.

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