Por Marcos Cressi (@FutbolSamurais)
Se acercaba el fin del año escolar y los jugadores del equipo Sub 15 de Gamba Osaka decidieron hacer una fiesta de despedida ya que para muchos esa iba a ser la última vez que se iban a ver. Mientras comían, un chico gritó: «¡Graben esto! Y cuando llamó su atención, agregó con total seguridad: ¨¡Voy a superar a Ienaga en el instituto y jugaré en la selección de Japón!».
Todos en la sala se quedaron sorprendidos. No podían creer que alguien hubiese desafiado al talento generacional del equipo. Pero Keisuke Honda fue capaz, y sus palabras no quedaron en una promesa vacía. Akihiro Ienaga y él estaban destinados a ser rivales: ambos nacieron el mismo día, eran zurdos y jugaban en la misma posición.
Sin embargo, para los dirigentes de Gamba Osaka, esta competencia era desigual y ya estaba definida. Akihiro era el genio que iba a liderar al equipo principal en los próximos años -incluso en ese momento fue ascendido al Equipo Sub 18-, mientras Keisuke era un jugador del montón, y por eso ya sabía que no tenía mucho futuro si seguía en Gamba.

Decidió mudarse a la Prefectura de Ishikawa para estudiar en Seiryo HS y participar en los torneos nacionales. Incluso llegó a afirmar que preferiría el fútbol de escuelas antes que quedarse en Gamba, porque le daría más visibilidad en todo el país. Aun así, el sentimiento del chico en aquel momento era de frustración y quería revancha.
En su nuevo hogar logró destacarse e incluso llegó a las semifinales del All Japan. Sus grandes actuaciones lo llevaron a fichar por Nagoya Grampus y ahí empezó a brillar. Ese pequeño y valiente Keisuke que se animó a gritar sus objetivos en frente de sus compañeros lograría cumplir sus sueños.
Se destacó en la J. League y a partir de ahí jugó en varios clubes de Europa, como V. V. Venlo de Países Bajos, CSKA Moscú de Rusia y en el AC Milán de Italia. Todos en el viejo continente recuerdan su gran pegada y carisma. Además se convirtió en un líder deportivo y espiritual de una Selección de Japón que dejó momentos inolvidables para la memoria. Nadie olvida su gol de tiro libre vs Dinamarca o el título conseguido en la Copa Asiática del 2011.

Mientras tanto, Aki Ienaga no lograba cumplir con las expectativas que había en él. En Gamba Osaka nunca logró asentarse y salió cedido a Oita Trinita y Cerezo Osaka. En esas cesiones mostró un mejor rendimiento, lo que le permitió llegar a la selección y tener dos oportunidades en el Mallorca. No las supo aprovechar, y se estaba por convertir en una nueva promesa fallida. Sin embargo no iba a rendirse. Quería dar una vuelta a la historia antes de que terminase.
Luego del Mundial 2014, Honda redujo drásticamente su nivel y su etapa en Milán terminó siendo un fracaso. Muchos de los seguidores del fútbol japonés sentían que ya no era el mismo de antes, y se habló de que lo encontraron con los ojos más grandes. Especulaciones hablan de que esto se debió a la Enfermedad de Basedow-Graves, que afecta especialmente a la tiroides y produce hipertiroidismo, ansiedad y fatiga.
Sumado a esto empezó a tomar decisiones extrañas para su carrera futbolística. Pasó por el Pachuca de México, Melbourne Victory de Australia y equipos de Azerbaiyán y Lituania. Incluso, sin anunciar nunca su retiro, fue manager de la Selección de Camboya. Mientras tanto, Ienaga ya con más de 30 años empezó a renacer. Su nueva etapa arrancó en Omiya Ardija y se confirmó en Kawasaki Frontale: ganó 4 ligas como titular, fue MVP en 2018 y ya es uno de los mejores jugadores en la historia de la J1 League.
¿Qué pasó para que pueda revivir? Su estilo de juego maduró. Dejó atrás la velocidad que tanto le caracterizaba en sus primeros años y se volvió un jugador más inteligente, desordenado y de pausa. Al igual que el vino, Ienaga encontró su fluidez y sabor con el pasar del tiempo.
Cualquiera que vea a Ienaga en acción puede tener una sensación de nostalgia, porque es uno de esos armadores de juegos que hoy en el fútbol moderno escasean. Cuando toca la pelota, es como si el espacio-tiempo se detuviera y el juego se ralentizara. Su posición en el sistema de Kawasaki Frontale es como extremo derecho en un 4-3-3, pero luego tiene total libertad para moverse por donde quiera. Aparece en la izquierda, en el centro, en el área grande.
Y así termina una rivalidad que parece sacada de un anime. Honda no era el más talentoso, pero su mentalidad le permitió llegar a niveles que muy pocos creían posible. Sin embargo lo que hace más lindo a esta historia es que Ienaga tampoco bajó los brazos, maduró a partir de sus experiencias fallidas y así llegó a su mejor versión.
Muchos se preguntarán, ¿qué hubiera pasado si Aki esta madurez la hubiese encontrado antes? Tal vez hubiese tenido más oportunidades en Europa y la Selección Nacional, pero eso nunca lo sabremos. Lo que sí podemos es disfrutar su fútbol en cada fecha de la J League.

Este artículo fue realizado con la colaboración de Tiago Bontempo (@GunnerTNB).