Las cosas más lindas no tienen explicación

Una reflexión sobre el rol del azar en el fútbol.

Por Felipe Lemos (@comentaristabur)

Siempre que mi tío habla del Atlético Mineiro hay un prólogo indispensable: las injusticias sufridas en los años 80. “El Atlético es un club enorme, pero en esos tiempos fue muy perjudicado”. Es como si todo fuera consecuencia de una acción objetiva e inquebrantable. Causa y efecto.Si hoy es derrotado es porque en 1980 el árbitro José de Assis Aragão expulsó a Reinaldo. Y si mañana gana, le ganó también a José Roberto Wright (o podría haber ganado por más goles de no ser por él). Es el consuelo disfrazado de indignación. La búsqueda de la verdad, sin embargo, no es exclusiva del Atlético.

Volvamos al año 1998. ¿Cómo es posible perder a Ronaldo en una final de un Mundial? La constante angustia por lo inesperado es inaceptable. Necesitamos una respuesta, un por qué. Y de repente se explicó la tragedia. Entre bastidores, la CBF había vendido la final a la FIFA a cambio de albergar el torneo en una futura edición. Todo estaba detallado en la conspiración: valores, nombres, planes y desacuerdos. Hubo explicación.

No podía ser otro que Nelson Rodrigues el primero en jugar con nuestra defensa contra lo incontrolable. En sus crónicas atribuyó el azar a los personajes Gravatinha y Sobrenatural de Almeida. 

El primero era el responsable de cualquier casualidad que le conviniera al Fluminense, la gran pasión del escritor. El resbalón repentino del delantero contrario, la pelota rebotando en un pocito cambiando su recorrido hacia el arco o la falta de Zico pegando en el travesaño, siempre fue el fantasma Gravatinha actuando. Sobrenatural de Almeida tenía los mismos poderes, pero los usaba contra el Flu. 

Así Nelson transformó lo impredecible en una pulseada entre las figuras, burlándose del intento de ordenar lo indomable. En un partido de fútbol, ​​el azar ya gana incluso antes del pitido inicial. Lo imprevisible es intrínseco al juego. 

El fútbol está sujeto a todas las posibilidades, tan incierto y complejo como la vida social que emula. Incluso el juez, dueño del tiempo y de la última palabra, es rehén de una subjetividad insuperable. En “Veneno Remédio, o Futebol e o Brasil”, José Miguel Wisnik define al árbitro como “un hermeneuta que debe resolver juiciosamente, en tiempo real, la nebulosa cuestión de la intencionalidad”.

A pesar de esa condición, culpar al arbitraje se ha convertido en el método más utilizado para la interpretación del juego. Cada vez se populariza más la inclusión en las transmisiones de un “especialista” arbitral, y tras el partido tanto la decisión tomada en el campo como los comentarios del ex árbitro guiarán el debate en una búsqueda incesante de la verdad que explique el resultado. Causa y efecto.

El técnico entra como una fuerza externa cuya misión es reducir las incertidumbres. Es el responsable de decidir quién sale al campo y cómo. El plan, sin embargo, vive sólo en el mundo de las ideas, mientras que el juego está en constante movimiento y alteración. El positivismo invade el fútbol ​​quizá por un principio mucho más ontológico de lo que imaginamos.

Antonio Conte es un positivista como su casi homónimo August Comte, que veía la subjetividad como un peligro para los estudios de ciencias sociales. A criterio del francés, cuando prevalecen la estructura y el plan premeditado uno tiene el control objetivo del mundo.

«Él controla todo… Cree en el equipo, no en los individuos. Ésa es su filosofía”

Cesc Fábregas

 «Todos quieren la pelota, todos forman los ángulos correctos que quiere el entrenador, todos corren como él quiere»

Matt Doherty

El italiano quiere determinar todas las acciones y en su perspectiva holística del equipo, entiende que lo macro supera cualquier variable subjetiva. Es necesario el control, el dominio, para que el fútbol real no se escape de ningún modo.

Una vez más volvamos a “Veneno Remédio” para entender la segunda lente explicativa del debate sobre el fútbol. “Se pretende una especie de ingeniería futbolística. Actualiza la vocación cientifizante encarnada en una de las dimensiones del juego, la codificación que funda el fútbol moderno contra las luchas arcaicas y su gasto improductivo de energía”, explica Wisnik. 

Si no es el árbitro, la culpa es de la falta de intensidad o el plan equivocado del entrenador. Lo que gana un partido es el estudio, la preparación, las buenas ideas. Cuando el entrenador gusta al público, la culpa la tienen los jugadores, incapaces de asimilar el plan.

El positivismo se difundió en la esfera del discurso y numerosos “agentes epistémicos” del fútbol (​​llamados analistas) fueron formados para producir conocimiento y extraer conclusiones, reduciendo así la incertidumbre del público.

De esta manera, la táctica ascendió al panteón de verdades seguras que explican y organizan el mundo. Intrínseca al positivismo, la idea de homogeneización evidentemente también invadió la percepción futbolística. 

Y para lograr el mayor rendimiento, debemos copiar el modelo europeo. A través del avance y el progreso, negando la diversidad y las especificidades culturales, seguramente llegaremos allí. Estamos atrasados. Hoy se escuchan de personajes relevantes de los medios deportivos frases como “No hay ningún entrenador nacido en Brasil capaz de entrenar a la selección nacional”. 

Partiendo de la lógica desarrollista, el discurso acaba cayendo en determinismos casi darwinistas. Como ya comprendió Nelson Rodrigues hace décadas “el brasileño es el narciso al revés, escupe sobre su propia imagen”. Hay una inmensa dificultad para percibir los procesos y valores propios.

“Con Ancelotti hay libertad. Te permite interpretarlo a tu manera.”

Thiago Alcántara

“Cristiano Ronaldo tiene que tener la libertad de hacer lo que le dice su instinto. El cambio de posiciones entre los atacantes es bueno, hace que nuestro ataque sea impredecible”

Carlo Ancelotti

Hay, sin embargo, quienes comprenden el caos del juego y no buscan inhibirlo sino utilizarlo en su beneficio. ¿Qué es mejor: mi plan o la improvisación de Luka Modric? Eso es lo que me pregunto y creo que se pregunta Carlo Ancelotti, ejemplo de entrenador que prefiere la imprevisibilidad del genio a la máxima predeterminación de las acciones. 

También los equipos italianos hacen hincapié en ideas que comprenden lo creativo, el deseo, la individualidad subjetiva y compleja, lejos del control. Carletto quiere al crack porque condiciona lo incierto a su propio beneficio. El técnico del Real Madrid no tiene claro cómo, cuándo ni dónde, pero intentará preparar el terreno para que los imprevistos lo sorprendan. 

Esa percepción fue históricamente compartida por entrenadores brasileños como Zagallo, Telê Santana y Renato Gaúcho, que valoran un orden más flexible con énfasis en la subjetividad de cada jugador. 

No es raro ver el desprecio del público hacia Ancelotti y los entrenadores brasileños, considerados tácticamente débiles. Aquello que impone un límite a la explicación nos inquieta, nos incomoda y nos lleva a la negación. 

Quizás por eso el ataque funcional, el relacionismo o juego de aproximación (como quieras llamarlo) genera tanta repulsión entre los analistas. Abrazar lo imprevisto, aquello que no se comprende del todo, es una tarea difícil. Naturalmente los argumentos opuestos a esto se dirigen hacia la falta de libros que lo traten o a la “abstracción” del concepto, puntos que sugieren más desconfianza e incertidumbre que la inexistencia del fenómeno en sí.

Fala não, só me explica como 

As coisas mais bonitas são as coisas sem explicação 

Sempre contente com quem te compreende,

Vem de encontro, nem te conto o quanto eu ‘to quente 

E autêntico 

Até no meu último plágio

“Vapor” de Froid
Foto: Sergio Pérez

Podés encontrar el texto original en portugués a través de este link: https://opontofuturo.com/posts/ascoisasmaisbonitassoassemexplicao

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *