Por Guido Ramos (@julioarguelles_)
Es necesario intentar explicar por qué el fútbol tiene el lugar que tiene, qué lo convierte en un deporte distinto cualquier otro. Indagar en si existe una justificación o simplemente es una construcción social librada a la arbitrariedad de la azarosa sucesión de hechos que es la historia, es un ejercicio que nos puede llevar por un camino interesante. Aquí lo desandamos.
Lo intrínseco
Para empezar, podemos destacar una serie de características que destacan al fútbol como juego y lo diferencian de los demás. La primera que quiero mencionar es su ergonomía. Fíjense bien, este deporte tiene todo para resultar natural, gracioso y a la vez desafiante al extremo para la fisionomía del cuerpo humano: se juega con los pies por lo que no requiere contorsión alguna del cuerpo, pero a la vez este es el miembro menos hábil en la biología humana, más teniendo en cuenta que no es solo patear y correr, sino que a la herramienta (pelota) hay que manejarla, controlarla en todo momento.
La otra característica que es importante destacar es la accesibilidad del fútbol que solo necesita la pelota o un sustituto de ella. ¿Con cuantas cosas hemos improvisado para patear un rato con los amigos? De mil maneras hemos ingeniado: pelotas hechas con medias, trapos, cintas, papeles… infinidad de posibilidades para convocar el fútbol en cualquier geografía. No se necesita un aro, una red o cualquier otro elemento indispensable para otros deportes, ni siquiera se precisa que la pelota pique.
Estas dos características principales dieron como resultado que el fútbol surja en distintas partes del mundo, en distintos contextos y momentos históricos. Hay una vasta cantidad de juegos o ejercicios que comparten mucho de su naturaleza con el fútbol a lo largo de la historia.
Es así como, sin saberlo, chinos, mayas, griegos, guaraníes y británicos llegaron a conclusiones muy similares para el entretenimiento y el deporte. Pero sería un error pensar que el fútbol es lo que es y tiene la relevancia que tiene por su historia, y no al revés: tiene la historia que tiene por lo que es y ha sido.
Esto lo destaco pues creo que caer exclusivamente en el estudio de factores como el colonialismo, la industrialización, los medios de comunicación o la globalización económica para explicar cómo el fútbol se convirtió en un fenómeno global, como lo hacen muchos que quieren dar una explicación sociológica del fútbol, aunque es válido no refleja la realidad que está mucho más a mano, dentro de la pelota.
La naturaleza
Aclarada las características indispensables para entender el juego habría que tocar el tema más interesante en mi opinión, que es la naturaleza real del juego. Propongo entonces un viejo debate: ¿El fútbol es jugado por el alma o por el cuerpo? Aunque advierto que más que preguntarse si es uno u otro, lo estrictamente correcto sería hacerlo por sus medidas: ¿Qué tanto es del alma y qué tanto del cuerpo? Les adelanto que yo estoy entre los que cree que el fútbol viene del alma, de entes abstractos, nace de las personalidades.
Para sustentar esta idea de que en el fútbol el cuerpo (físico) no tiene entidad, lo mejor es escuchar a César Luis Menotti, que hace más de 30 años dijo: “Al fútbol pueden jugar todos, en principio. No hay medidas, pesos ni tiempos excluyentes. Fijate que casi todos los deportes están regidos por medidas o tiempos concretos, que condicionan a priori la participación. Si quiero jugar al baloncesto y mido 1,70 me va a resultar muy dificil; si quiero correr 100 metros y hago 20 segundos en los entrenamientos tendría que mejorar muchísimo; y así con todo. Menos con el fútbol. En fútbol el único criterio para «medir» a un aspirante es el talento.”
Y más adelante ejemplifica “Un gordo bajito, que le pega con una sola pierna y no salta a cabecear, puede ser Puskas, Sívori o Maradona. Un joven alto, espigado, no muy rápido puede ser Beckenbauer o Sacchi. Otro joven relativamente bajo, con un físico que no dice nada, puede ser el mejor cabeceador del fútbol argentino de los últimos años como Passarella.”
Sería necesario preguntarse entonces, ¿qué es el talento? Me animo a definirlo por algunas características que lo diferencian de otro concepto con el que suele mezclarse que es la habilidad. Podríamos arrancar por su condición de bien inmaterial, es decir que el talento es intangible e inconmensurable pues no tiene un sustento físico visible.
A la habilidad, en cambio, la defino como la facilidad física para la realización de determinadas acciones, pero que tiene que ver con la constitución física de uno, la configuración de los músculos y la capacidad motriz del cuerpo. Veo al talento (aplicándolo al fútbol) como un conjunto de aptitudes innatas y genuinas del jugador, hablo de la inteligencia, la picardía, la repentización, la imaginación o la sensibilidad.
Seguirá siempre habiendo una interdependencia con el cuerpo. El estado físico va a condicionar la forma de jugar, claro. También habría que analizar una dimensión más psicológica del jugador (pienso en Omar Sívori que solía decir que “el fútbol es 80% psicología”) apartada del talento, o quizá no. Se podría discutir incluso si esas proporciones alma-cuerpo varían en relación con las posiciones y roles de los jugadores. Quedará para otra nota.
Fútbol-Arte
De todo lo expuesto hasta ahora podemos deducir una última condición de la naturaleza real del fútbol y que lo acerca, y esto lo digo humildemente, al arte más que al deporte. Se trata de la forzosa genuinidad, espontaneidad y honestidad del fútbol que lo hace el campo idóneo para la expresión libre del desarrollo y realización del individuo.
El fútbol, por tratarse del manejo del miembro menos hábil (pie) y por el poco tiempo que dispone para pensar y realizar la jugada, muestra la verdad de las personas porque no existe tiempo para impostar lo que uno no es. “Es un teatro de la vida”, sintetizó Tostão, el famoso centrodelantero de la aún más famosa Brasil del ’70. Y en la medida que “actuemos” de nosotros mismos vamos a jugar mejor, a desarrollarnos como futbolistas-artistas, pero sobre todas las cosas vamos a ser considerablemente más felices.
Los más incrédulos dirán que esta visión del fútbol-arte y mi posición con respecto al lugar que tiene el alma en el fútbol peca de idealista y no condice con los hechos. Puede ser dificil ver arte en el fútbol cuando está tan mercantilizado, cuando hay tanto hiper-profesionalismo, corrupción e intereses encontrados que terminan dictando el juego. Tampoco hablo del humor de los hinchas, que puede alterar el fútbol de los jugadores y lo hace, constantemente.
Ahora yo pregunto, ¿no pasa exactamente lo mismo en otras artes? ¿No se produce arte-basura producto de una lógica comercial impuesta? ¿Los intereses (tanto del público como de grandes capitales) no influyen también en el cine o la música? Convengamos entonces que nada es arte por sí mismo, sino que el arte es una posibilidad, una intensidad, la máxima articulación del artista por intermedio de una técnica.
Me importa aportar esta mirada porque solo entendiendo así al fútbol se puede comprender cómo es que sirve de caja de resonancia para la cultura de un pueblo. Es tal cual como dicen: “se vive como se juega”, y viceversa. Pero para entenderlo hay que ir de lo micro a lo macro, desde la unidad hasta el todo. Empezando desde el alma.
