Por Lucas Sotelo (@LuquiSotelo)
El Ruso sorprende al espectador como tantas veces ha hecho pisando el área: copa en mano y sombrero en cabeza, se dirige hacia la tribuna y le cede el honor a Juan Sebastían Verón, ídolo indiscutido de la historia albirroja castigado por el poder y, como él, portador del orgullo de ser y nacer pincha. Ese legado es el que Ascacíbar, con hacha y tiza y un sentido de pertenencia encomiable, ha continuado y coronado en el club de su vida.
“No esperaba este presente”, reconoce el oriundo de Villa Elvira. Pero no ahora, sino hace nueve años cuando, con Nelson Vivas en el banco -y con Verón en su mandato inicial-, se asentó en la Primera del León como volante central. El Torneo Transición 2016, finalizado con un tercer puesto y una clasificación a la Copa Libertadores para Estudiantes, vio a su eje de apenas 19 años ser el máximo recuperador de pelotas (62) y segundo mayor pasador (849) del campeonato.
Sus números, personalidad y despliegue llamaron y abrieron de par en par las puertas de las selecciones juveniles. Con la camiseta albiceleste, Ascacíbar fue parte de la fallida expedición olímpica en Río y del combinado sub-20 cuarto clasificado en el Sudamericano de Ecuador (luego rápidamente eliminado en el Mundial Juvenil de 2017). Sería luego de este último torneo, en el que ratificó sus condiciones como capitán de los comandados por Claudio Úbeda, que los cantos de sirenas de Europa cautivaron sus oídos.

La reconversión en la Bundesliga
“El paso por Europa te ayuda, te mejora. Trabajé en un montón de dificultades que tenía. El Santiago que se pueden encontrar puede tener más en la parte ofensiva. Durante el tiempo que estuve en Alemania me lo inculcaron”. Palabras del Ruso cuando, en enero de 2023 y luego de seis años fuera de casa, decidió pegar la vuelta. Sus periplos en el fútbol del Viejo Continente en general y en el germano en particular, efectivamente lo marcaron.
Tras un año y medio de irrupción y eclosión en el panorama local, el Stuttgart pagó seis millones de euros por su pase. Allí Ascacíbar comenzó a mostrar una faceta hasta ese entonces inédita: más suelto en un doble cinco, su relación con el área rival creció, al punto de marcar su primer gol como profesional y sumar dos asistencias en tres temporadas con Los Suabos. La convocatoria al seleccionado mayor del flamante entrenador interino Lionel Scaloni en 2018 fue la recompensa a su buen nivel.
Un descenso frustrante precipitó su salida en 2020 al Hertha Berlín por diez millones de euros. En la capital alemana mantuvo las mismas cifras ofensivas pero, sobre todo, las superó en materia defensiva: en la Bundesliga 2021/22, nadie recuperó más pelotas (93) que él. Fuera solo o acompañado en la base, la preponderancia de Ascacíbar en el juego de un inestable cuadro berlinés fue total.
Total también fue el deseo del Ruso de cambiar de aires en el verano europeo de 2022. Cremonese, recién ascendido a la Serie A, apostó por él en calidad de cedido. Y si bien la aventura por el Calcio duró menos de seis meses, fue tiempo suficiente para que ratificase su nueva cara: en siete de trece encuentros como titular en Cremona, se las arregló para figurar en el top-25 de volantes con mayor participación de acciones para la creación de tiros (3,09) por partido. Con ese bagaje, el regreso del hijo pródigo auguraba buenas sensaciones en 1 y 57.

Motor y símbolo de un Pincha campeón
A los 25 años, más maduro y con ganas de reencontrarse con la esencia que mamó en el Country Club de City Bell desde sus ocho primaveras, Ascacíbar regresó a un Estudiantes deseoso de quebrar una sequía de trece años sin títulos. La rápida destitución de Abel Balbo tras siete partidos en el cargo, sin embargo, puso en jaque las aspiraciones del Ruso. Hasta que, claro, apareció Eduardo Domínguez en su vida y en la del Pincha.
Si a las órdenes de Balbo ejerció como electrón libre por delante de Jorge Rodríguez y de Fernando Zuqui y buscó compensar las falencias del equipo con su despliegue, de la mano de Domínguez disparó su rendimiento goleador: a punto de finalizar su tercer -y tal vez último- año de su segundo ciclo en Estudiantes, acumula diecisiete tantos y cuatro asistencias en 136 partidos. Números notables que reflejan su rol, el de un todoterreno nato.

“No se habla mucho de él. Parece que tiene el mapa de la cancha. Es un jugador que escasea en el fútbol argentino”, dijo su entrenador y padre futbolístico en febrero cuando, ante Racing en La Plata, El Ruso transformó una recuperación alta en la ventaja parcial de su equipo. Líder también en la presión y en las coberturas a sus compañeros en el mediocampo, su presencia como “8” ha sido capital para que un Estudiantes menos proactivo y más reactivo -especialmente cuando no pudo contar con su referente en Rosario frente a Central- vuelva a tocar el cielo en Santiago del Estero.
Verón, abanderado de la resistencia contra la AFA fuera de los terrenos de juego, le devuelve el trofeo a Ascacíbar en medio de la calurosa noche santiagueña y del aún más caluroso fervor pincharrata. En ese traspaso hay un deseo implícito -el de seguir ganando juntos- pero, sobre todo, un reconocimiento entre iguales: Santiago Ascacíbar, capitán e hijo de Estudiantes de La Plata, ya tiene su lugar entre los grandes de la historia pincharrata.
