Por Esteban Bekerman (@egerbek)
No fue casualidad que Vélez fuera el primer club con el que Miguel Russo ganó un campeonato de Primera como técnico. Ni que Miguel Russo fuera el técnico con el que Vélez ganó por primera vez un campeonato de Primera luego de su impresionante seguidilla de títulos de los años 90.
Los caminos de Vélez y Russo estaban destinados desde muchos años atrás no sólo a cruzarse, sino a conformar una sinergia ganadora. Una que acaso no podía tener otro final que esa vuelta olímpica al cabo del Clausura 2005, luego de un memorable 3-0 a «su» Estudiantes.
Ya desde varias fechas atrás, aquel Vélez campeón venía aniquilando a paso firme todos los fantasmas que se cernían sobre sus posibilidades de éxito, luego de un comienzo en el que apenas había podido lograr dos puntos en sus primeras tres presentaciones.
En realidad, aquella era una situación heredada. El equipo venía de sufrir un tremendo golpe anímico en la fecha final del campeonato anterior, perdiendo como local de manera increíble una gran chance de salir campeón. Y por eso, fue lógico que comenzara así aquel certamen que finalmente ganaría.
Mucho más lógico aún fue que Russo supiera transmitir a sus jóvenes dirigidos de aquel plantel la tranquilidad necesaria para salir de aquel pozo, recuperar la confianza en sí mismos y encarar una marcha demoledora hacia el título.
Eso era lo único que le faltaba a ese Vélez con tantas figuras surgidas de su semillero: un técnico como Miguel Russo. Y porque un plantel así, formado casi íntegramente en el club y con gran sentido de pertenencia además de talento, era todo lo que Russo precisaba para coronar en Primera no sólo su tremenda sapiencia futbolística, sino también su don de gente y su capacidad de transmitir ese espíritu ganador que había mamado de chico en La Plata.
Más allá de jugar por momentos muy bien, justamente, ese equipo de pibes nacidos en el semillero velezano, con Gastón Sessa y Fabricio Fuentes como únicos “extranjeros” en su formación titular, devolvió al club esa mística que muchos años atrás había dado a Estudiantes un hombre llamado Osvaldo Zubeldía, pero que varias décadas antes ya había legado a Vélez y al propio Zubeldía otro grande, Don Victorio Spinetto.
A ese linaje pertenecía Miguel Russo, al de los grandes líderes. Esos que además de saber armar un equipo e impartir instrucciones tácticas transmiten valores, conductas y espíritu ganador. Y por esto, era sólo cuestión de tiempo para que su historia y la de Vélez se cruzaran y se sirvieran una a otra como plataforma de triunfos. Porque ya antes de cruzarse tenían mucho en común.
