Por Rocío Gorozo (@RGorozo)
La Albiceleste cerró las Eliminatorias como puntera indiscutida y con su capitán como máximo goleador. La jornada contra Venezuela (que finalmente no logró ingresar al repechaje) fue de lujo para Lionel Messi por muchas razones.
Más allá de las perlas que dejó el encuentro (su emoción, la compañía de su familia, el abrazo de sus compañeros), el equipo goleó, gustó y ganó, de la mano de su calidad y grandes asociaciones con Julián Álvarez y Thiago Almada -al cual ya es casi imposible imaginar por fuera del XI inicial-, una sólida defensa, un Leandro Paredes elegante y un Lautaro Martínez efectivo apenas entró a la cancha. “Te doy Dios, quieres más”; la euforia fue tal que reflotó el sueño de obtener la Finalíssima y el bicampeonato.
Sin embargo, a veces estamos tan bien, estamos tan down. Al tenernos acostumbrados a exhibiciones magistrales, el resultado adverso del martes 9 frente a Ecuador fue un lindo cachetazo. Un cruce que en la previa parecía insignificante -pues ambos países ya venían clasificados de antemano- resultó intenso, desnudó ciertas falencias de visitante y frente a uno de nuestros rivales más duros (junto con Colombia).
El conjunto dirigido por Beccacece es de los mejores del continente y digno de temer, aunque Nicolás González haya intentado bajarle el precio (moraleja: podés jugar en la Selección, pero si no tenés un poquito de humildad para dar…). Es cierto que el arbitraje de Wilmar Roldán fue polémico. Eso no quita que la derrota fue justa; el planteo del entrenador falló, no hubo gambeta ni juego colectivo, los remates al arco contrario fueron escasos.
El mix entre titulares y suplentes evidenció la importancia de Cuti Romero en la zaga central y del retorno de Lisandro Martínez en óptimas condiciones, sobre todo considerando que la expulsión de Nicolás Otamendi (por una errática performance de Balerdi) empañó su despedida de las Eliminatorias.
En el lateral derecho, tanto Montiel como Molina generan más inseguridades que certezas; en el izquierdo, Tagliafico aún no cuenta con recambio definido. Respecto al mediocampo, Mac Allister claramente no estaba al 100% y De Paul manifestó los efectos de jugar en Inter Miami.
Dentro de los rendimientos positivos, por supuesto se encuentran Dibu Martínez (de atajadas fenomenales, a pesar del penal ejecutado por Enner Valencia), el actual “5” de Boca (al cual, contrario a lo que algunos esperaban, no le pesa la camiseta celeste y blanca), como así la entrada de Juan Foyth y Giovani Lo Celso.
Por otra parte, se desperdició la oportunidad de probar una mayor cantidad de caras nuevas; Nicolás Paz, de gran presente en el Como de Italia, tuvo poca participación (cuando requiere foguearse frente al roce sudamericano), Giuliano Simeone rindió bien de 4 y mal de carrilero. No quiero ignorar a Franco Mastantuono, el cual con apenas 18 años demuestra personalidad, además de ser demandante y extrovertido con la pelota.
Su llamativa titularidad versus la Vinotinto dejó buenas impresiones, no así lo sucedido con la Tri, donde estuvo bastante errático e ingresó con la casaca n° 10; una exposición ilógica, arriesgada y excesiva. El chico viene de un desempeño irregular en la Sub-20, apenas un puñado de partidos en Primera, el salto inmediato al Real Madrid y a la Mayor.
Es innegable que tiene potencial -por algo Xabi Alonso y Scaloni lo tienen en consideración- y su desenvolvimiento requiere paciencia, mientras la exageración está a la orden del día, con tanta gente hablando a su alrededor, obsesionada en etiquetarlo como “el heredero”, el nuevo Messi, la némesis de Lamine Yamal. Se percibe una desesperación (de la opinión pública y hasta del CT) por incluirlo en la nómina para el Mundial. ¿Es necesario presionarlo de esa manera? ¿Por qué? ¿A qué costo?

Paralelamente, alternativas como Alan Varela, Valentín Carboni, Julio Soler, Claudio Echeverri y José Manuel López estuvieron en el banco de suplentes o fuera del mismo. En su momento, esto fue también moneda corriente para Barrenechea, Buonanotte, Perrone, Barco, Troilo, Lomónaco, Soulé, Castro, Equi Fernández y Benjamín Domínguez. No se descarta que reaparezcan (junto a otros) y ojalá sumen minutos en los amistosos venideros, que si bien serán frente a selecciones de bajo nivel, existe como buen antecedente la aparición de Enzo Fernández.
Restan 9 meses para el “examen del bien y el mal”. Se sabe, ya hay una base fija de jugadores, una interesante puja por los lugares restantes, cuestiones por corregir y mejorar. Hay interrogantes acerca de la presencia de la Pulga y la continuidad del DT post 2026. Nada de ello es indiferente.
Parafraseando al icónico Charly García, en un mundo en el cual todo se construye y se destruye tan rápidamente, donde lo que fue hermoso será horrible después, hace falta algo que nos emparche un poco. Así, el fútbol es parte de la religión y esta Selección, con sus altibajos, no va a dejar ni un camino sin andar; nos ofrece una forma de ser felices, sabe que nos puede estimular y ayudar a sentir la ilusión que no está muerta. Nos coloca en la calle de la sensación, tan lejos y tan cerca del sol que quema de amor.
